El rambutan, también conocido como licha hawaiana, es una fruta exótica que ha conquistado tanto los mercados locales como internacionales por su sabor dulce y refrescante. Originario del sudeste asiático, encontró en Centroamérica, especialmente en Honduras, un espacio ideal para crecer gracias a su clima tropical y suelos fértiles. Hoy en día, su cultivo se ha convertido en una importante fuente de ingresos para muchas familias campesinas.

Este fruto se distingue por su cáscara de color rojo o amarillo, recubierta de suaves espinas que, lejos de ser peligrosas, le dan un aspecto peculiar y atractivo. Al abrirlo, revela una pulpa blanca, jugosa y translúcida que envuelve una semilla en su interior.

El cultivo del rambutan requiere cuidados especiales: suelo bien drenado, riego abundante y exposición solar adecuada. Los agricultores suelen sembrarlo en pequeñas parcelas familiares, cuidando cada etapa de su desarrollo. Una de sus ventajas es que, una vez establecidos, los árboles pueden producir grandes cantidades de fruta año tras año, convirtiéndose en un recurso sostenible para las comunidades rurales.

La profesora Haydee Patricia Laínez, productora de rambutan o licha hawaiana en la Aldea La Esperanza, Santiago, Tela, Atlántida, nos cuenta que, desde la siembra, a partir del primer año, la planta produce aproximadamente 10 frutas. Cada año, la productividad aumenta, y se logra recolectar hasta 25 canastas, que se pueden vender en el mercado a un precio de Lps. 350 cada una, alcanzando este nivel de producción en un árbol adulto alrededor de los 11 años.

Honduras se ha posicionado como uno de los principales exportadores de rambutan en la región, gracias a su clima húmedo, tierras fértiles y mano de obra especializada. Las zonas de mayor producción se ubican en el norte del país, especialmente en los departamentos de Atlántida, Yoro y Colón. La cosecha, que se realiza entre agosto y septiembre, abastece tanto el mercado nacional como internacional.

Durante la cosecha, mercados y carreteras se llenan de color. Familias enteras participan en la recolección y venta, fortaleciendo la economía local y manteniendo viva una tradición agrícola que conecta al campo con la mesa. Su creciente popularidad también impulsa el turismo rural, pues muchos visitantes disfrutan conocer las plantaciones y degustar la fruta recién cortada.

Además de su exquisito sabor, el rambutan es rico en nutrientes. Contiene altas dosis de vitamina C, que fortalece el sistema inmunológico, y aporta hierro, calcio y fósforo, esenciales para el buen funcionamiento del organismo. También es bajo en calorías y aporta fibra natural, lo que favorece la digestión y contribuye a una alimentación balanceada.

En definitiva, el rambutan no solo es una delicia tropical, sino también un símbolo del esfuerzo campesino, la salud y el bienestar. Su cultivo refleja la riqueza natural de nuestra región y nos invita a valorar los frutos que brotan de la tierra con trabajo, dedicación y cariño.