
Al norte de Honduras, en torno a montañas altísimas y ríos que fueron muy caudalosos, se asienta una ciudad pequeña, desordenada, ocupada por el capitalismo que todo lo hace feo, ruidoso y hostil: se llama Tocoa, así como suena, y fue un día conocida como la capital de la reforma agraria.
Ahí hay memoria de gente que ha sabido el valor de la comida deliciosa, de las ollas grandes para compartir con los vecinos, de los remedios efectivos para todo mal, de las bananeras antes y ahora las palmas africanas llenas de sangre campesina, a causa de tanta explotación y crimen, del no dejarse joder por los poderosos.
Un territorio envilecido por el crimen organizado, los políticos, las empresas extractivas y quienes se han sumado a ese lado de la historia de sálvese quien pueda, o quítense que sigo yo, que es tan usual en este tiempo.
Las calles de esta ciudad se inundan con las lluvias más ligeras, pero así y lodosas, sobre ellas pasan las camionetas de lujo conducidas por choferes de los narcos, los palmeros, las dueñas de los negocios de lavado y los nuevos ricos que aprenden rápido a quedarse con lo que no les pertenece.
Del otro lado se rema con la fuerza del viento de la rebeldía y el bien común, de ahí de ese lado anda Juan López, asesinado el 14 de septiembre del 2024, hace un año ya, en otro tiempo de lluvias y cantos patriotas oxidados. Juan, un conversador, escritor incansable y luchador por la gente explotada y los seres vivos también explotados. Hombre de iglesia, su evangelio llamaba a la rebeldía y a tener por delante la justicia, porque no hay otro modo de ser persona en este mundo.
De su lado, muchas mujeres y hombres organizados que no han dejado que un proyecto minero de enorme impacto destructivo y sus funcionarios, empresarios, gobierno y sicarios, se instale cómodamente en la tierra donde ellas aprendieron cuándo hay que cortar la yuca, criar niñeces, hacer que importe la vida de todos y todas, y se protejan los grandes espíritus de los ríos sagrados.
Esta gente que hace posible que exista Honduras y nosotras con ellos, son el Comité por la Defensa de los Bienes Comunes y Públicos de Tocoa, y están allá, en Tocoa, donde caen tormentas tan abundantes como el calor que les sucede. Ahí en este 14 de septiembre del 2025 instalan un campamento de rebeldía y memoria, por Juan López, su compañero, su hermano, exigiendo justicia, castigo para quienes lo mataron por soñar y creer, para que la gente que todavía no aprende, entienda que la vida siempre será más importante que la mina.
Ahí hay que estar.