

Al ritmo y al son vamos Paso a Paso
Por historia se nos ha dicho que la música es una herramienta que nos salva, que tiene el poder de aliviar el estrés y el desánimo. Y que la música es esa dimensión emocional que nos conecta y trasciende nuestra realidad humana. Eso justamente ocurre en el corazón del sector Rivera Hernández de San Pedro Sula, al norte de Honduras.
En esta ciudad, que apenas una década atrás, era calificada como la más insegura y violenta de América Latina y el Caribe, con más de 43 barrios y colonias, se ubica un programa dedicado a la prevención de la violencia mediante la creación de espacios lúdicos y la enseñanza a través de la educación liberadora de Paulo Freire. Ese programa acompaña a niños, niñas, jóvenes y sus familias.
Paso a Paso, con 25 años de presencia en esta zona, es un oasis para familias a quienes el sistema ha descartado y etiquetado como violentas y marginales, pero en este lugar se dignifica la vida a través de la creatividad y la fuerza transformadora que tenemos como humanidad.
El programa educativo tiene una apuesta clara, ser signo de vida en medio de tantos anuncios de muerte. El acompañamiento que realiza el programa Paso a Paso se hace a través de grupos de espiritualidad, siembra, costura y juegos, donde se apoya a los menores y sus familias con la intención de crear núcleos de cuidado y respeto a la dignidad y a la naturaleza.
En los últimos años, esta presencia se ha fortalecido con la música. Paso a Paso logró consolidar una banda u orquesta de niños, niñas y adolescentes que ahora tocan instrumentos de viento, percusión o cuerda, organizando y participando en conciertos donde se convierten en expertos en violines, violas, violonchelos, contrabajos, guitarra, arpa, piano, flauta, clarinete, saxofón, trombón, tuba y otros instrumentos, todos haciendo armonía, todos y todas haciendo música.
La orquesta de Paso a Paso ha logrado mejorar el estado de ánimo de las familias, las cuales participan en los conciertos viendo con mucho orgullo como sus hijos e hijas se van convirtiendo en músicos y músicas, logrando así beneficios para el desarrollo personal y comunitario.
Los chikis y las familias de Paso a Paso nos recuerdan la deuda que esta sociedad, y particularmente el Estado hondureño, tiene con los más vulnerables, aquellos a quienes las reglas de este sistema excluyen y estigmatizan, convirtiéndolos en los descartables, como dijo el papa Francisco. Ahora están trabajando para lograr esa cultura de la inclusión donde se promueve la solidaridad, el respeto por la vida y la dignidad de todos los seres humanos, cuidando la Casa Común y redistribuyendo en lugar de dispersar o estigmatizar.
La música es vehículo y a la vez excusa para recordar que nos toca, con compromiso y resistencia, reconstruir la historia de los de abajo desde el arte y la rebeldía. Y ahí, Paso a Paso ya está dando los primeros avances.