Miércoles, 20 agosto 2025  

Heridas en el corazón

Somos una sociedad que cargamos el dolor y la muerte mezclados con resentimientos y amarguras. Es tanto el dolor, angustias y miedos que cualquier preocupación tiene la sobre dosis de angustias acumuladas, resentimientos y desconfianzas entre nosotros mismos, como familias, vecinos y comunidades.

En una sociedad desangrada y abatida por el dolor y la desconfianza, necesitamos cambios y transformaciones institucionales y políticas. Pero por igual necesitamos invertir en rehacer los tejidos rotos de los seres humanos que habitamos este territorio hondureño. No, no tenemos la violencia en nuestros genes, sino la generosidad. Pero tantos dolores y frustraciones no bien procesadas cultivan sentimientos negativos de miedos, desconfianzas y encierros.

Somos un pueblo herido en el corazón, y esas heridas sangran, y un corazón herido, si no se sana, suele responder provocando nuevas heridas en quienes están en el entorno, especialmente con resentimientos, que no es sino la respuesta ingrata de un corazón impotente. La sociedad hondureña necesita hacer una ruptura con la institucionalidad productora de violencia, corrupción e impunidad. Es cierto.

Pero por igual necesita un largo período de “hospitalización” para esa compleja intervención quirúrgica de sus tejidos rotos, y luego un período quizás todavía más largo de convalecencia, para aprender a ver la vida sin la carga traumática de resentimientos, y con los ojos nuevos de seres humanos frágiles pero sanos.

Sin seres humanos sanos y con las cicatrices de las hondas heridas de dolores acumulados, la sociedad hondureña no podrá experimentar nuevos horizontes. A la necesidad objetiva de cambios institucionales, económicos y de justicia, se ha de unir la necesidad de abordar la restitución de un pueblo hondureño, herido y con una carga profunda de dolores y resentimientos que se han venido a incrustar sobre dolores antiguos nunca sanados.

Nuestras heridas están sangrando, y a veces, por querer sanarlas, nos hemos revolcado en respuestas que han provocado nuevas y más hondas heridas, hasta convertirnos en un pueblo herido en el corazón. La sociedad hondureña necesitamos hacer frente por igual a dos enormes desafíos: el desafío de construir una nueva institucionalidad –por eso necesitamos la CICIH y un robusto sistema de justicia–, y también el desafío de rehacer los tejidos rotos y sanar las heridas incrustadas en el corazón de la sociedad, especialmente de aquellas poblaciones que más han cargado con la marginalidad y las desigualdades.

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