

La violencia política es una derrota para la democracia
La violencia política sigue incrementándose. Se expresó en el CNE, pero sigue expresándose en otros ambientes quizá con dejarnos en la duda razonable de si habrá o no elecciones generales el 30 de noviembre próximo.
El caos es un caldo de cultivo para la sospecha y para que el crimen organizado lo capitalice a su favor, hasta avanzar hacia escenarios de ingobernabilidad, agudizados por la crisis económica próxima al colapso y la conflictividad social agravada con la migración a la inversa, ciudadanos que retornan con las manos vacías después de ser indignamente deportados.
En este escenario de grandes incertidumbres, a nuestro modo de entender, no hay duda de que se realizarán las elecciones generales, pero muy probablemente negociadas y con el peligro de que cuenten con altas dosis de dudas, con resultados que nos abran a nuevas conflictividades.
Lo cierto es que en este cuarto año de ciclo político estamos siendo testigos de la erosión de los restos de democracia que aún permanecen en nuestro país. Mientras que la sombra oscura de la violencia se expande de manera selectiva, incluyendo amenazas, intimidación, y alto riesgo de asesinatos de periodistas y de defensores de los bienes comunes y de los derechos humanos.
La erosión es acelerada, los espacios ciudadanos se reducen, los abusos continúan y la impunidad aumenta. Y los grupos interesados en que colapse este resto de democracia están aprovechando errores de la administración pública para llevarnos a escenarios anti democráticos e inconstitucionales. Y lo decimos con firmeza: violencia política es una derrota contundente para la democracia.
Cuando prevalece la violencia y la impunidad, se destruye la confianza en las instituciones democráticas, incluso en el sistema de justicia que debería aplicar la ley. También la violencia demuestra el fracaso del Estado para prevenirla y garantizar un ambiente sano, seguro y próspero. Igualmente, la violencia política afecta a los sectores sociales, especialmente a las mujeres, los jóvenes y la niñez de nuestro país. No más violencia política. Honduras se merece la paz fundada en la justicia para todos y para todas.

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