Viernes, 22 agosto 2025  

Tener los ojos de las personas defensoras de los bienes comunes…

Los ojos de un de un defensor o defensora de los bienes comunes y de los territorios no ven un árbol talado, ven la crisis de falta de aire puro, los riesgos de los deslaves en la comunidad. No ven un río sucio, ven la falta de agua para vivir, ven las enfermedades en los niños y la sed de la familia campesina. En las inversiones mineras no ven un proyecto de desarrollo, sino la red de corrupción y las amenazas a la soberanía nacional.

Cada día que cruzamos el puente “La Democracia”, en El Progreso, en Yoro, nos vamos acostumbrando al color café del Ulúa, a su lento andar en el verano y a su furia caudalosa en el invierno. ¿Qué pasaría si nos detuviéramos un momento y tuviéramos la mirada de un defensor de nuestra casa común?

Atrevámonos a ver la montaña de Mico Quemado y dejémonos impactar por los inmensos vacíos dejados por los incendios y la tala ilegal de sus bosques. El color verde que se va perdiendo, poco a poco es el lodo que pinta nuestras montañas como una herida que abierta por el descuido de nuestra casa común.

Los ojos de los defensores del medio ambiente no ven solo la bolsa o la botella plástica que flota en nuestros ríos y a orilla de todos los caminos, calles y carreteras como basura. En esa basura ven un síntoma de una sociedad enferma que consume y descarta sin pensar y sin sentir.

Los ambientalistas no son revoltosos ni violentos. Son campesinos y campesinas, miembros de comunidades y aldeas que defienden incluso con sus propias vidas nuestra casa común. Ver con los ojos de los defensores de los bienes comunes y los territorios nos hace alzar la voz para proteger los ríos, los bosques, las montañas, el aire, la vida de todas las especies y de todos los hondureños y hondureñas.

Su lucha va mucho más allá de sus necesidades personales. Luchan porque todos tengamos agua, alimentos, aire y bienestar para toda la sociedad. Los ojos de los defensores del medio ambiente no tienen una mirada angustiada. Ven renacer los brotes verdes de nuestros bosques y montañas, es ver que todas las comunidades tengan agua y que sacian la sed de las familias, y con sus jóvenes construyen un futuro distinto limpiando la huella destructora del consumismo.

Ver con estos ojos es tener la mirada de Juan López, Berta Cáceres y de todas las personas defensoras asesinadas de nuestra casa común en lo que va del siglo, cuyos crímenes en gran parte han quedado en total impunidad. Que Dios nos conceda la vista de estos defensores de nuestra casa común para no ser simples espectadores de las venas abiertas de nuestros valles y montañas, sino hombres y mujeres comprometidos para plantar la justicia ambiental en nuestro país. Esta es tarea y compromiso de nuestro tiempo.

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