Llegar a Estados Unidos para un migrante no solo significa arriesgar su vida en su paso por México, sino también el comienzo de una nueva vida marcada por su posición social dentro de la predominante cultura estadounidense. En ese entorno, resalta la xenofobia, expresada a través de etiquetas como “mojados”, “indocumentados” o “ilegales”, términos que se aplican a quienes cruzan la frontera sin visa o permiso migratorio. Esta situación los deja vulnerables a la precarización laboral y otros abusos.

Para conocer la realidad de la población migrante, basta con convivir o escuchar sus testimonios para saber los sacrificios que hacen para mantenerse en EE. UU. y enviar remesas a sus familiares en Honduras. Según datos oficiales, cada año los envíos superan los 9 mil millones de dólares. Se estima que en EE. UU. hay más de un millón y medio de migrantes, que llegaron buscando un futuro, el mismo que se les negó en su patria.

Sandy migrante hondureña dentro de un lugar de trabajo: en un restaurante mexicano.
Sandy migrante hondureña dentro de un lugar de trabajo: en un restaurante mexicano.

La mayoría de estos migrantes enfrenta enormes desafíos laborales y migratorios. En este contexto, el miedo y la angustia de ser deportados a menudo los obliga a vivir en las sombras de las ciudades. Por su condición de migrantes, muchos están dispuestos a trabajar más horas por un salario más bajo, ya que cualquier ganancia es mejor que la que podrían obtener en Honduras. Además, muchos empleadores se aprovechan de esta situación.

Como Radio Progreso, visitamos diversas ciudades de EE. UU., y por varios días convivimos con familias migrantes. Conocimos historias de dignidad, resiliencia, lucha, alegría y esperanza. La mayoría trabaja en la construcción, limpiando casas, cuidando ancianos o menores, trabajando en restaurantes o en el sector agrícola, desempeñando tareas que los “gringos” no quieren hacer. Muchos de estos trabajos están llenos de peligros y con pagos bajos. A menudo, los empleadores se ven obligados a contratar migrantes porque les resulta difícil cubrir estas vacantes con ciudadanos estadounidenses.

“El trabajo que todo el mundo le tiene miedo aquí en EE. UU. es el roofing, porque es duro y peligroso”, indicó Alcides Medina, quien desempeñó este tipo de labor por varios años. El roofing consiste en cubrir los techos de casas con materiales como aluminio o tejas asfálticas, el más común debido a su resistencia a diversas condiciones climáticas.

Alcides, un hondureño residente en Charlotte, Carolina del Norte, trabajó en construcción durante años y considera que el roofing y la poda de árboles son los trabajos más exigentes. “Charlotte es una de las mejores ciudades para los migrantes, porque los alquileres son más baratos y hay bastante trabajo en la construcción, aunque en los últimos dos años ha disminuido”, explicó.

Alcides comienza su jornada laboral a las 5 de la mañana, usando arnés de seguridad, casco y zapatos de construcción. Ya en el sitio de trabajo, sube al techo de la vivienda en construcción, donde aplica un sellador asfáltico caliente y coloca tejas. A veces, algunos de sus compañeros se desmayan debido al calor extremo, una combinación del clima y el calor del material. “No se niega que se gana bien, a veces 300 o hasta 400 dólares al día. Eso sí, en ocasiones se trabaja hasta 12 horas. Cada dólar significa sudor y ardor en la piel”, nos cuenta.

En la construcción, también es común ver a mujeres trabajando. Keily Umanzor, una de ellas, lleva años trabajando en la industria. “Cuando llegas a EE. UU., ya tienes deudas por el pago del ‘coyote’, además de las obligaciones de pagar el apartamento y enviar dinero a Honduras. Por eso hay que trabajar en lo que sea. A mí me tocó la construcción”, explicó.

Keily tiene dos hijas: la mayor nació en Honduras y la menor en EE. UU. “Ahora estoy vendiendo comida, porque el trabajo en la construcción ha escaseado. Mi meta es ahorrar un poco más y regresar a los campos bananeros de El Progreso, Yoro, para potenciar mi negocio. Mi mamá, que traje hace años, también tiene planes de regresar”, compartió.

"Roofing", el trabajo que dibuja la vida de muchos migrantes que migran a EEUU.
«Roofing», el trabajo que dibuja la vida de muchos migrantes que migran a EEUU.

Migrantes: la fuerza laboral en Texas

De Carolina del Norte, viajamos a Texas. Llegamos a Houston y, por la tarde, nos dirigimos a San Antonio. Al atardecer, el horizonte de la ciudad se tiñó de un rojo cálido, proporcionando un hermoso panorama. Según la organización «Hondureños en San Antonio», más de 100 mil compatriotas residen en esta ciudad.

Aquí conocimos a Kevin, originario de La Lima, Cortés, quien trabaja colocando techos en viviendas. Le pagan 25 dólares por hora. Su esposa, Sandy, también originaria de La Lima, trabaja en un restaurante mexicano y gana 15 dólares por hora. “Ya casi hemos terminado de pagar la casa”, comentó don Eulo, el padre de María, quien lleva más de 30 años en EE. UU. “Con el tiempo aprendí que llegar a EE. UU. pensando que todo será fácil es un error. La vida aquí es cara y hay que saber administrar bien lo que uno gana. Si no, se vive como en nuestros países, siempre al día con lo justo, sin lograr ahorrar nada”, expresó.

Kevin y Sandy comienzan su jornada laboral a las 4:30 de la mañana. Ella trabaja en un restaurante, mientras él se sube al techo para colocar las láminas bajo el sol abrasador. “Hay días que la temperatura llega a los 42 grados centígrados. El sol es tan fuerte que parece que te está quemando la piel”, relató Kevin.

El trabajo en el techo es extremadamente peligroso, con pocos mecanismos de seguridad. “Un compañero se cayó dos veces. La primera se fracturó una pierna y la segunda se hizo una herida grave en la pantorrilla con una lámina. Aquí no tenemos seguro médico, y al principio nos obligan a firmar un documento en el que renunciamos a cualquier derecho legal si sufrimos un accidente”, dijo Kevin.

Las extensas horas de trabajo hace que los migrantes tenga poco tiempo para sus alimentos. Trabajos precarios.
Las extensas horas de trabajo hace que los migrantes tenga poco tiempo para sus alimentos. Trabajos precarios.

Nueva York: ¿Santuario de migrantes?

Visitamos Nueva York, conocida como “la capital del mundo”, un estado con políticas inclusivas para los migrantes, que permiten acceso a servicios como cuentas bancarias y servicios sociales. Sin embargo, el color de piel y la etiqueta de migrante continúan afectando la calidad de los trabajos disponibles.

En las calles de Long Beach, Nueva York, es común ver a decenas de migrantes esperando que contratistas lleguen a buscar trabajadores. A las 6:00 am, observé a más de 50 personas esperando trabajo. Algunos lograron ser contratados, pero otros regresaron con las manos vacías.

En otro punto de encuentro es Brooklyn, una gran cantidad de mujeres esperaban que algún contratista las llevara a la limpieza de casas y oficinas. “Hay días en que la competencia es feroz. Las mujeres somos las que más nos concentramos en estos lugares de trabajo. Es raro ver a hombres pidiendo empleo en estos puntos”, explicó una migrante.

José Medina, originario de La Paz, Honduras, lleva 22 años viviendo en Nueva York. Vive en un apartamento compartido con otros tres migrantes hondureños. “La vida aquí es cara. Mis compañeros y yo pagamos mil dólares al mes por un pequeño apartamento de tres cuartos”, comentó.

José trabaja en la construcción, asegura que mucho del trabajo en la industria depende de migrantes latinoamericanos. “Pero desde 2023 el trabajo se ha escaseado. A veces trabajo solo dos días a la semana, y con suerte cinco”, dijo. “Lo que más duele es no poder regresar a Honduras. Mi padre murió y no pude estar en su funeral porque no tengo un estatus legal aquí”, agregó con nostalgia.

Las remesas: una luz de esperanza

El dinero que los migrantes envían a Honduras representa una luz de esperanza para cientos de miles de familias que luchan con la pobreza. Sin embargo, José advierte que ese dinero no es fácil de ganar. “Son largas jornadas, trabajos peligrosos, a veces trabajando enfermo. Ojalá algún día en Honduras haya verdaderas oportunidades para que las personas no tengan que migrar y exponer su vida como lo hacemos muchos de nosotros”, concluyó.