En modo juicio JOH
Todos los vientos nos conducen inevitablemente al Distrito Sur de Nueva York. Y no es para menos. Se trata del juicio a JOH, el primer ex mandatario hondureño, pero también latinoamericano y mundial que es enjuiciado en el siglo veintiuno bajo la acusación de conspirar para enviar un altísimo número de toneladas de cocaína hacia los Estados Unidos, junto al tráfico ilegal de armas de grueso calibre y de crímenes relacionados con la asociación ilícita para delinquir.
La pena de todo esto es ponerse en modo de juicio desde el morbo, como si se tratara de un caso individual al que hay que echar leña y hacer escarnio, o en su defecto, defender y exaltar. Es la manera más eficaz para trivializar e individualizar el caso.
El juicio a JOH es un acontecimiento trascendental en la vida nacional y con ondas expansivas en Centroamérica y en el continente. No porque se trate de un acusado de narcotraficante y se individualice el caso, como lo están haciendo los medios de comunicación y las redes sociales. Se trata de un acusado por delitos y acciones criminales cometidos todos desde las más altas esferas del Estado.
Lo histórico de este caso no es que se enjuicie a un individuo, sino que a través de esta persona que tuvo en su poder todos los hilos del poder criminal y delictivo, se está enjuiciando a quienes cooptaron la institucionalidad para hacer de ella una poderosa red criminal.
¿Qué es lo trascendental en este caso? Que esto sea aleccionador, como el primer pilar para investigar, enjuiciar, condenar y sentenciar a todas las personas que habiendo sido o están en altos cargos en el Estado lo hayan usado y lo sigan usado para delinquir. Es de desear que este proceso, de principio a fin, se logre realizar dentro de la institucionalidad de justicia de Honduras, y no en el extranjero.
Por eso mismo, Honduras imperiosamente necesita en estos años de un mecanismo internacional como la CICI-H que se constituya en garante en la efectiva investigación, persecución, enjuiciamiento y condena de todas las redes de corrupción e impunidad que siguen siendo poderosas y destructoras del Estado hondureño.
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