Nuestra palabra
Miércoles, 19 Septiembre 2018

Ecología de la Liberación

El Papa Juan Pablo Segundo, en mil novecientos ochenta y seis dijo: “la Teología de la Liberación es, no sólo oportuna, sino útil y necesaria”. Hace varias décadas fue planteada la Teología de la Liberación que tiene como premisa transversal su opción preferencial por los pobres. Es una corriente de pensamiento de la teología del cristianismo, que tuvo sus orígenes en la región latinoamericana, teniendo de fondo la construcción de las comunidades eclesiales de base, el Concilio Vaticano Segundo y la Conferencia de Medellín. Uno de sus principales aportes es el uso del pensamiento, desde la realidad histórica y social de los más empobrecidos.

Esa realidad de los abandonados y empobrecidos por las clases gobernantes, está cruzada, en los últimos años por la imposición y brutalidad del modelo de desarrollo que nuestros gobiernos han impulsado, basando toda la apuesta de desarrollo, en el modelo de explotación y expoliación de los bienes y recursos de la naturaleza. Es en ese contexto que se inserta la resistencia y luchas comunitarias, que son acompañadas por la iglesia comprometida con su pueblo, con ese pueblo de Dios. Por ello es necesario ahora hablar de una Ecología de la Liberación, en donde se encuentren las distintas posiciones para debatirlas, consensuarlas y llegar a esos acuerdos tan necesarios para el bienestar y armonía de las comunidades y su entorno. Ese es el verdadero papel de la iglesia en defensa de los bienes naturales.

Gregorio Vásquez, párroco de San Isidro Labrador, en el municipio de Tocoa, departamento de Colón, lo dice muy claramente: “la iglesia nunca es impulsora de la violencia, siempre apegada al evangelio; siempre va a estar a favor de la paz y de construir convivencia”. El padre “Goyo”, como cariñosamente se le conoce, junto a Juan López, miembro comprometido y representante de la iglesia católica en estos conflictos ambientales, han estado acompañando a las comunidades en resistencia, pero también han tenido las puertas y opiniones abiertas, a aquellos sectores que sí están a favor de la instalación de proyectos mineros en la zona.

La Iglesia no tiene la misión de generar fragmentación y fractura en las comunidades y las familias, todo lo contrario, la iglesia está para escuchar, para acompañar en las decisiones que tomen las propias comunidades. La iglesia es, sin duda, ese elemento fundamental para ir creando una cultura de diálogo comunitario entre las organizaciones, las comunidades, los gobiernos locales y las empresas privadas. Un diálogo donde falte uno de estos actores, terminará siendo cualquier cosa, menos diálogo.

Por eso desde el ERIC y Radio Progreso, agradecemos la labor de conciliación de la Diócesis de Trujillo, y particularmente de la Parroquia San Isidro Labrador, que hacen presente la construcción colectiva del Reino de Dios aquí en la tierra, acompañando a las comunidades y haciendo palpable esa opción preferencial por el cuidado de los bienes naturales de los más empobrecidos.

 

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