Sábado, 15 Octubre 2022 | ![]() |
![]() |
Impulsar políticas de prevención
Nuestra gente vive en vilo y la temporada de lluvias más que esperanza es fuente de
miedo y angustia. Qué luces iluminar para acompañar los procesos de búsqueda de
solución y de sanación que necesita nuestro pueblo.
La esperanza la ponemos siempre en la oportunidad que existe en cualquier situación por
muy desastrosa que sea. Dios siempre abre una puerta con su rendija de esperanza para
que comencemos una nueva vida. Ya lo hemos dicho en abundancia, nuestro país no
está preparado para hacerle frente a tormentas o huracanes, por eso mismo somos
una sociedad típicamente vulnerable, puesto que se encuentra predispuesta física,
social, económica y política a sufrir daños o pérdidas en el momento de materializarse
un huracán o una tormenta tropical.
La experiencia nos dice que ningún desastre tras un fenómeno natural está
desvinculado de las decisiones políticas y económicas de la sociedad. Es cierto que
cuando un fenómeno natural es demasiado grande los riesgos para la sociedad son
siempre grandes. Pero en el caso de Honduras, los desastres forman parte del paisaje
de la deteriorada vida de la población, y golpean de frente y casi exclusivamente a los
sectores que en asuntos de distribución de los bienes y recursos, llevan la peor parte.
Insistimos: mucho de lo que nos pasa manifiesta una paralizante y desviadora conciencia
mágica o mítica que busca respuestas a las angustias fuera de nuestra historia y a
encontrar culpables y salvadores donde solo hay gente corrupta y sanguijuelas que
chupan la sangre de los pobres. Es necesario invertir para transitar hacia la conciencia
crítica, es decir, saber situar los fenómenos conforme a la realidad humana y social, y
saber identificar las diversas responsabilidades humanas y sociales, y los factores
naturales que intervienen y que explican las causas de los acontecimientos.
Desde el análisis, ver las oportunidades que se abren para evitar que en el futuro se
sucedan las mismas desgracias. Una conciencia crítica sin duda conducirá a presionar por
una política permanente de prevención, de manera que cada año crezcan las estructuras
e instituciones que reduzcan las vulnerabilidades. Cuál debía ser el lema: cada año más
prevención y menos damnificados.
Los “desastres” naturales son oportunidades para analizar y descubrir nuevos caminos.
El tiempo actual es oportuno para defender el medioambiente y los bienes naturales,
que se avance en la atención efectiva a las personas damnificadas, que exista una
verdadera veeduría para que los recursos e inversiones se usen con transparencia y
lleguen finalmente a las víctimas. Y que a fin de cuentas no se reduzcan las respuestas
a los alborotos de emergencia, sino que sean tan solo una etapa dentro de un proceso
nacional de prevención.
