Reconstruir nuestra casa en ruinas

Una Constitución, además de ser la norma más importante de un país, es el diseño de cómo debe funcionar idealmente una sociedad. Es como el plano que sirve de guía e indica cómo se tiene que construir una casa.

Nuestra Constitución es el plano y la casa a construir es Honduras, la cual nos pertenece a todos y a todas como titulares de la soberanía popular. Quienes gobiernan son como las personas albañiles que son contratadas para liderar la construcción de la casa, pero siguiendo lo establecido en el plano.

Pero resulta que, durante más de 30 años de supuesta democracia formal, los dueños y dueñas de la casa hemos contratado a través del voto y cada 4 años a pésimas personas albañiles que han hecho de nuestra casa común un lugar inhabitable y en ruinas.

El plano constitucional señala claramente que el Estado y sus instituciones son solo herramientas para garantizar el goce de la justicia, la libertad, la igualdad y el bienestar económico, social y cultural de la población, ya que, a la luz del artículo 59, la persona humana es el fin supremo.

Sin embargo, lo hecho por quienes nos han gobernado solo ha servido para profundizar la violencia, la desigualdad, la corrupción, el deterioro ambiental, el despojo, el desplazamiento forzado, la exclusión, la ilegalidad y la violación sistemática a derechos humanos.

Ante esta situación, los dueños y dueñas de esta casa común que es Honduras no podemos continuar permitiendo que quienes han sido contratados a través del voto, sigan comportándose como amos y señores de un país que nos corresponde a toda la población.

Es tiempo de unir fuerzas, espantar protagonismos, respetar las diferencias y converger en el objetivo común de construir un país para todos y todas, lleno de oportunidades, democrático, con instituciones independientes y en donde la dignidad humana sea el alfa y el omega.