Sábado, 21 Abril 2018

Vivir con Esperanza

En el Sondeo de Opinión Pública del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación, Eric de la Compañía de Jesús, es interesante ver lo que la gente responde a la pregunta: cuando piensa en el futuro del país, ¿qué es lo primero que siente, esperanza o miedo?. La respuesta es: con esperanza 57.4%, con miedo 37.8%, Ni lo uno, ni lo otro 4.5%.

El octavo Sondeo del Eric nos confirma una vez más que este pueblo hondureño es un pueblo pacífico, es un pueblo que se aferra a la esperanza, que a pesar del panorama oscuro o gris que se pronostica, confía en que las cosas en el país van a cambiar. Es un pueblo que ve un futuro distinto.

Y la población sabe dónde le aprieta el zapato. Han identificado muy bien los pocos logros, los fracasos y todas las demandas que han venido planteando sobre los grandes temas de país como son seguridad, justicia y economía, sobre la industria del extractivismo. Son los fracasos del gobierno liderado por un personaje al que también califican de usurpador del poder al quedarse por la vía del chantaje y las armas en un puesto para el que no fue reelecto.

Pero a pesar de todos estos pesares que la población piensa y siente, la ciudadanía tiene esperanzas de que este panorama triste y desolador pueda ser revertido. Es cierto que cerca de la mitad de la población respira miedo, miedo por toda la incertidumbre, y es normal porque se ha perdido la confianza en la institucionalidad del Estado. Pero la esperanza que la población siente, la acompaña con propuesta para buscar una salida a esta crisis permanente que vive el país. La población se ha manifestado en las calles exigiendo un alto a la corrupción y a la impunidad.

Si la esperanza es el estado de ánimo en el cual se cree que aquello que uno desea o pretende es posible, pues la población sabe que las cosas en Honduras están mal pero también tienen muy claro que es posible cambiarlas, es posible construir una nueva forma de administrar el Estado y poner a la institucionalidad del país al servicio de la ciudadanía y no al servicio de unos cuantos fulanos que la han secuestrado usando su poder económico y político.

Sobre la base de esa esperanza que siente la gente se pueden iniciar procesos serios y transparentes que lleven a la transformación del país, que busque dar respuestas a las demandas sociales. Procesos que deben nacer desde abajo, desde lo comunitario, desde la base, desde la misma gente porque si vienen de arriba, de los mismos sectores que hoy gozan de la desconfianza ciudadana, cualquier intento de transformación está condenado al fracaso.

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