El ambiente solo admite una negociación: protegerlo
A propósito del encuentro programado en la zona del Aguán entre el Comité Municipal en Defensa de los Bienes Naturales y Comunes del Municipio de Tocoa con una comisión de alto nivel delegada por el gobierno de la República y con la asistencia observante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, conviene decir una palabra oportuna.
Ante todo, y, sobre todo, la protección del ambiente y de los bienes de la naturaleza no admite ninguna negociación que no sea ponerse de acuerdo entre todas las partes para protegerlo. Y esto es así porque impulsar proyectos mineros y otros proyectos energéticos con el fin de alcanzar utilidades a gran escala, sin importar el bien común, no puede pasar por ninguna negociación. Y esta negociación es la que han admitido a lo largo de los años los empresarios extractivos en el país, con el pleno respaldo de quienes desde el gobierno han impulsado las políticas públicas.
La negociación se ha basado en un molde muy simple. El Estado facilita las condiciones legales y políticas para que los empresarios exploten los bienes naturales; los empresarios a su vez prometen a las comunidades construir tendidos eléctricos, alguna escuela o centro de salud, alguna carretera y también emplear como mano de obra a gente de las comunidades. Esta negociación siempre se ha logrado. Los bienes naturales han sido concesionados a los empresarios, las comunidades reciben algunos beneficios, el gobierno se ha desentendido de su responsabilidad de proporcionar infraestructura a las comunidades. Y todo resuelto. Éxito del modelo extractivista.
El evento que se realiza en el Aguán simboliza la ruptura de un tajo con ese molde perverso de negociar con los bienes naturales y con la vida de las comunidades para beneficio del extractivismo. El liderazgo lo asumen las comunidades representadas en el Comité en Defensa de los Bienes Comunes de Tocoa, y los delegados oficiales del Estado llegan a ratificar el compromiso del gobierno de implementar los acuerdos y leyes aprobadas para proteger el ambiente y la gente.
Culminó una etapa tras largas y agotadoras luchas con sudores, lágrimas y sangre derramadas en el camino. No obstante, culmina solo una etapa. Se abren nuevas etapas, no menos difíciles y duras. Toca ahora velar por la implementación de los acuerdos. Y de proteger palmo a palmo esos acuerdos.
Protegerlos ante los extractivistas, protegerlos ante la desidia de las mismas comunidades, y protegerlos de las perezas, turbiedades e incoherencias de los funcionarios públicos. La movilización y vigilancia para seguir protegiendo esta negociación basada únicamente en la protección del ambiente y la vida de la gente, será sin duda la etapa más dura y difícil, pero estará alimentada del aliento y fuerza de una primera y larga etapa popular de negociación fructífera.
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