La seguridad que necesitamos
Vivir en la inseguridad es tener la vida en vilo. El peligro real de la inseguridad se une a la política del miedo, la cual nos llena de angustia y nos paraliza y nos hace vivir en el encierro y sin decir nada, y nos impide buscar soluciones a los graves problemas que nos abaten.
La inseguridad es real y se ha convertido en una feroz epidemia. Pero la misma es el resultado de condiciones de exclusión social y de empobrecimiento bajo las normas de un sistema que niega oportunidades a inmensos sectores de la sociedad. No es que la gente se sienta insegura, es el sistema con sus diversas expresiones que promueve que la gente viva insegura.
Monseñor Romero supo ubicar bien la violencia e inseguridad en su tiempo, y citamos sus palabras:“La marginación, el hambre, el analfabetismo, la desnutrición y tantas otras cosas miserables que se entran por todos los poros de nuestro ser, son consecuencia del pecado de aquellos que lo acumulan todo y no tienen para los demás. Y también del pecado de los que, no teniendo nada, no luchan por su promoción. Pero muchas veces no luchan, no por su culpa; es que hay una serie de condicionamientos, de estructuras, que no los dejan progresar. Es un conjunto, pues, de pecado mutuo”. Hasta aquí la cita de nuestro santo Romero.
A pesar de estar calificado nuestro Estado como “degradado o fallido”, siempre estamos llamados a apostar por una humanidad reconstruida desde el amor y la justicia. Podemos dudar de muchas cosas, pero jamás podemos dudar de que el futuro será nuevo, y no podrá ser de tristeza e injusticia si hoy nos comprometemos a construir las bases de esa sociedad cuyas mieles de amor y paz las podemos vivir desde ahora, si las construimos y nos comprometemos a hacerlas realidad.
La inseguridad no puede tener la última palabra, y menos la injusticia y exclusión que nos deshumaniza. Desde ERIC y Radio Progreso confirmamos la lucha por una seguridad digna que brota de la justicia y la inclusión, y en donde la muerte será el regalo final de haber vivido en plenitud, porque a fin de cuentas no habrá madres que lloren a sus hijos e hijas porque se les arrebate violentamente.
Como dicen los profetas de ayer y que lo recogen los profetas de hoy, como modelos a seguir en el día de todos los santos: “Los de mi pueblo tendrán vida tan larga como la de los árboles y mis elegidos vivirán de lo que hayan cultivado con sus manos. No trabajarán inútilmente ni tendrán hijos destinados a la matanza…”(Isaías 65, 22- 23ª).
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