Nuestra palabra
Miércoles, 20 de febrero de 2019

Salud y milagros

Doña Carmen, con su artritis y sus 62 años a cuestas, mes a mes hace largas colas en el hospital público para buscar algo de alivio a sus intensos dolores de huesos. Ella no tiene pisto para ir a una clínica privada, porque ni siquiera tiene ingresos para la comida.

Cada mes es un tormento, como cada día son más tormentosos sus dolores. Doña Carmen y su nieta salen cuando todavía está oscurito sin siquiera el traguito de café, y ya a las siete tienen que estar en el área de registro del hospital. Apoyada en su nieta hace la larga fila. Una vez que se registra viene la espera del primer milagro: que el médico la atienda. Puede que llegue, puede que no llegue, solo él lo sabe.

Una vez en su turno, doña Carmen ha de esperar que se opere otro milagro: que el médico la trate como un ser humano, que al menos la salud y que la mire a los ojos. Los tiempos que corren no parecen ser de milagros para gente pobre como doña Carmen. Si tiene suerte, el médico la atenderá, pero le dará la receta mágica de siempre: acetaminofén, y para reclamarla doña Carmen tiene que hacer otra fila. Si ocurre el milagro, hoy habrá medicina. Pero no siempre hay milagros. Doña Carmen ha de comprar los medicamentos en la farmacia más cercana.

La historia de doña Carmen es la historia “de Pedro y María, de Juan y José”, los mismos que no tienen empleo, ni tierra, ni comida, ni vivienda. Los mismos que no saben de derechas ni de izquierdas, solo de hambres y de maltratos en las oficinas públicas y en los centros hospitalarios. En salud todo es oscuro: Centros de salud y hospitales en terribles condiciones, falta de personal médico, politización de plazas, desabastecimiento de medicinas, y para rematar, empleados que entienden que su trabajo es el de humillar, maltratar y despreciar a quien demanda salud.

En tiempos de proselitismo político la promesa de salud retumba en montañas y valles, veredas y cañadas. Pero en tiempos ordinarios, todas las promesas antiguas y presentes se convierten en pajas que se las lleva el viento. Los políticos y funcionarios han sabido convertir las pajas que prometieron en auténticos milagros: como por encanto aumentan sus gruesas cuentas bancarias, y por doquier abundan sus comodidades.

Quien no sabe de milagros es Doña Carmen. Los hospitales y centros de salud siguen siendo un amasijo de ingratitudes. El sistema de salud pública necesita cambios profundos. El país necesita de transformaciones profundas. Peor los políticos de todos los colores están dedicados a calcular para la próxima contienda electoral tres años después.

¡¡Qué hermoso sería que el sistema de justicia investigara, enjuiciara y condenara a tantos funcionarios y políticos que han jugado y despilfarrado los recursos destinados a la atención de salud de gente como Doña Carmen!! Pero esos milagros no se cruzan nunca por nuestro territorio. Solo se conocen las milagrosas y encantadoras fortunas de políticos. Los demás, tendrán que agarrar sus maritates y enlistarse en la siguiente caravana que saldrá rumbo al norte carnicero.

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