Nuestra palabra

Lunes, 25 de marzo de 2019

Sencillamente Monseñor

En estos días que son densos celebramos la memoria martirial y evangélicamente subversiva de Monseñor Romero. Multitudes centroamericanas y mundiales, subyugadas por su cercanía y presencia consoladora, lo han elevado a los altares.

La Iglesia lo ha debido ratificar canónicamente. La memoria de Monseñor Romero es sencilla y tierna, le sobran y resbalan los títulos al que se aferran clérigos litúrgicamente devotos pero cerrados al paso liberador de Dios en la historia. Es canónicamente Beato y Santo, y es muy bonito.

Pero basta nombrarlo e invocarlo sencillamente como Monseñor Romero para estremecer y despertar conciencias y provocar alegrías y esperanzas en los pobres, y para que millones se sientan convocados a apropiarse de su ejemplo y proseguir su causa liberadora. Hoy invocamos a Monseñor Romero, sencillamente como él fue, y al invocarlo emerge en este día para bañar con toda su santidad a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que necesitamos de su Espíritu para seguir creyendo y seguir creciendo como pueblo en libertad.

Monseñor Romero fue en su vida un hombre fiel a Dios, fiel a la Iglesia, fiel a la verdad y fiel a  su pueblo. Sus tres últimos años no se pueden entender sin estas fidelidades de su vida entera. La realidad de violencia salvadoreña y la cercanía a la sangre de los asesinados injustamente, su frustración ante la búsqueda de justicia y de verdad, le dieron a Monseñor Romero la clave para su misión de pastor en las circunstancias dramáticas en las que vivió la última etapa de su vida como Arzobispo de San Salvador.

Su vida y su martirio han despertado la devoción y la fe de miles de personas del mundo entero. Su palabra sigue siendo una luz que ilumina la realidad y un aguijón que toca directo el corazón de la injusticia y de los opresores. Monseñor Romero vino a dar vida a una Iglesia, y ha trazado con nitidez un camino para que la Iglesia entera sea hoy fiel a Jesucristo. Por ello, en una sociedad hondureña en la cual se aplastan los derechos y la vida de los pobres, se eleva con mayor fuerza lo que para el pueblo de Dios es el gran clamor de nuestros tiempos: queremos pastores como Monseñor Romero.

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