Doña Rosa lleva 26 años en la pesadilla de buscar a un hijo desaparecido. El único niño entre 5 niñas que tuvo con un matrimonio que terminó mal. Nery Noel Ribera Argueta debería tener 31 años ya, pero para ella es un niño de 5 años, la edad que tenía cuando lo vio por última vez cuando lo dejó en custodia de Eduardo Rivera Martinez, el padre.
Con unos lempiras que pudo acumular de la remesa que le envía una de sus hijas desde Estados Unidos y unas cuantas lavadas de ropa ajena, doña Rosa se movió desde la aldea de San José en El Negrito, Yoro hacia El Progreso. En esa ciudad, le habían dicho, existe un comité de madres que también buscan a hijos desaparecidos, el Comité de Familiares de Migrantes desaparecidos de El Progreso (Cofamipro). De allí la remitieron a seguir en los medios de comunicación contando a la gente su historia, talvez alguien ha visto a su hijo. Así llegó doña Rosa a la cabina de Radio Progreso.
Doña Rosa nació en Ezequias, una pequeña comunidad en La Libertad, Comayagua en el centro de Honduras. Su madre solo la dejó estudiar hasta el tercer grado y a los 16 años ya estaba pariendo la primera hija de Eduardo. Así, seguidos se vinieron 4 niñas más y Nery. La pobreza estaba asfixiándola a ella y sus hijas, por eso decidió migrar a San Pedro Sula. Muchas mujeres lo hacían, allá al menos había trabajo para lavar y planchar. En Ezequias solo había hambre.
El padre decidió que se dividieran los niños, tres y tres. Él se quedaría con los menores y ella con las mayores.
“Cuando nos separamos él me dijo que se quería quedar con los pequeños, el agarró 3 y yo 3 las más grandes por mientras yo hacía un dinerito para ir por ellos. Lo hice y fui a traerlos, pero mi madre me dijo que no me llevara los últimos dos, que le dejara obligación a ese haragán, que yo no tenía quien me apoyara, entonces solo me traje a la chiquita y dejé a los dos, yo tenía el pensamiento de traerme los tres, pero dejé a los dos”, lamenta doña Rosa. Ella no sabe que en Honduras hay leyes que castigan la paternidad irresponsable, solo sabe que si un hombre decide abandonar sus responsabilidades lo hace, impunemente. Ha sido su desgracia.
Eduardo se quedó con los dos menores, pero antes de irse a San Pedro Sula, regaló a la niña a una señora de Comayagua y la niña se terminó criando en Tegucigalpa, años después doña Rosa la encontró, ella ahora vive en España y tiene comunicación con su madre y hermanas.
Al niño se lo llevó a San Pedro Sula y es allá donde desapareció.
-El padre solo sabe decir que el niño se perdió cuando robaban niños en San Pedro Sula, no sabe nada y no le sacan más palabra las hijas. Él ahora está enfermo de la mente, es como hablar con un niño.
– ¿Acudió a las autoridades?
-No fui a ningún lado, carezco de información, de fotos del niño. Con grandes esfuerzos fui a Ezequias, Comayagua a sacar la partida de nacimiento para pedir ayuda en tiempo de elecciones, pero no he encontrado nada. No he ido a la policía, ni al Ministerio Público. Hasta hoy he logrado unos centavitos para dar vueltas por mi niño porque para mí sigue siendo niño.
Siento una cosa horrible en mi corazón al saber que él podría estar sufriendo, mi criatura, siento el dolor de su sufrimiento. Aunque al encontrarme él me diga cosas que me molesten mi conciencia, que lastimen mi corazón, no me importa porque al menos lo volvería a ver.
Es una pesadilla, dice doña Rosa. Se siente sola en un país donde solo ha sabido sobrevivir. Para ella no existe el Estado, la institucionalidad.
En Honduras, la desaparición de niños, ya sea por robo, migración indocumentada o trata de personas no está registrada. Sin embargo, según un estudio de UNICEF reporteado por la BBC de Londres, sobre la desaparición de menores en Centroamérica, realizado en 2011, existe un grave problema de tráfico de niños por la existencia de ‘puntos ciegos’ en las fronteras y el aumento de la migración ilegal en toda la región.
Entre 250.000 y 800.000 niños procedentes de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua viven a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México como migrantes ilegales -dice el organismo- lo cual hace que sea más difícil estimar el número exacto de niños que podrían ser víctimas de trata.
También están las fugas del hogar, que se dan a partir de factores como la violencia sexual, agresiones físicas, engaño, coacciones, etc. O está la pérdida de conocimiento: simplemente un niño no recuerda dónde vive, cómo se llama, etc. «Asimismo el caso en que padres o madres se llevan a sus hijos lejos del otro progenitor, en lo que se conoce como secuestro (o sustracción) parental.
“He batallado, los recursos no han sido buenos, he pasado tiempos de gran tristeza, no he tenido recursos de dinero, de viajar. Recuerdo una vez tenía saldito y llamé a HRN (emisora radial hondureña) y me contestaron que no estaban en eso y que esperara. Salir a buscarlo requiere dinero para viajar, ir a los medios, se ocupa. Ahorita lo que hago es que siempre lavo, plancho, sembrando cositas en el campo, cosechamos cosas como verduras y así hago para moverme”, dice doña Rosa.
Quienes tengan pistas de Nery Noel Ribera Argueta, un joven de 30 años, hijo de Rosa, pueden llamar al (504) 96458110 o (504) 96430953.
“Siempre está en mi corazón de sentir que me falta ese niño, es una pesadilla, deseo despertarme, sufro mucho por la ausencia, espero en dios que me va a dar e milagro de encontrarlo”. Doña Rosa lo sigue buscando, lo sigue esperando.