

Crisis energética ¿hay soluciones?
La crisis energética y el proceso que condujo al derrumbe de la ENEE han tenido sustento en la avaricia y corrupción de los ricos y famosos del país, quienes en contubernio con funcionarios públicos no pagaron la energía, y sus altas deudas millonarias fueron condonadas, y a la vez han buscado la quiebra de la empresa estatal para así justificar la privatización del servicio de energía eléctrica.
En estos días, el gobierno está buscando una salida a la insostenible crisis energética. Pero para buscar respuestas a fondo es necesario anotar que los responsables de la crisis energética y que buscaron quebrar la ENEE han sido los mismos que en asocio con funcionarios corruptos han insistido todos los días en los medios de comunicación que los servicios públicos de salud y educación deben ser privatizados. Son los mismos que se oponen a que los campesinos pobres sean subsidiados o cuenten con tierra para trabajar mientras promueven los desalojos violentos en tierras que están en litigio. Son los mismos que asumen una actitud indiferente ante la pobreza y la miseria de las mayorías excluidas.
Hemos de recordar que quienes ahora sostienen la economía nacional son los hondureños y hondureñas que han emigrado a los Estados Unidos, como pobres y mojados, porque aquí tuvieron las puertas cerradas para trabajar dignamente. Sin embargo, siendo los migrantes los que sostienen la economía, o siendo los sectores de la clase media y baja los que han sostenido a la ENEE con el pago puntual de sus facturas, son los menos beneficiados y sus derechos son aplastados.
El país necesita transformaciones profundas en asuntos energéticos. El Estado está llamado a asumir el pleno liderazgo en las decisiones sobre la energía, para avanzar hacia una auténtica energía limpia, que garantice la armonía de los derechos humanos con los derechos ambientales y de la madre naturaleza. Y que su manejo sea con manos limpias, por eso mismo necesitamos una CICIH que investigue para que se judicialicen todas las personas y redes de corrupción vinculadas con el manejo sucio de la energía y especialmente con el desmantelamiento de la ENEE.
Esto supone contar con administradores y estrategas energéticos audaces, y a la vez con una ciudadanía activa, la cual, en complementariedad con el Estado, presione a sus funcionarios para que actúen, no poniendo parches ni solo con mirada inmediata, y peor todavía, electorera, sino con visión de mediano y largo alcance para la construcción de un proyecto energético soberano.

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