Jueves, 16 Noviembre 2023  

En memoria de los mártires de la UCA

Con el hecho espeluznante de la masacre de seis jesuitas y sus dos colaboradoras, en la madrugada del 16 de noviembre del 1989, comenzó una nueva etapa para la sociedad y la vida de los salvadoreños, y nos atrevemos a decir que también para la región centroamericana. Y no fue para menos. Ninguna de las ocho personas destazadas había usado jamás las armas, y durante muchos años los jesuitas destrozados invirtieron sabiduría y formación por la paz a través de una salida al conflicto salvadoreño desde el diálogo entre las partes en pugna y a partir de la lucha pacífica ciudadana.

Han pasado más de tres décadas, y la huella de los jesuitas de la UCA es indeleble. Su sangre es un legado que testimonia que ninguna guerra tiene sentido, que todas las luchas con armas que matan conducen a situaciones peores que lo que se busca transformar. Tras 34 años de aquella horrenda masacre, no sólo El Salvador, sino Honduras y Centroamérica entera, siguen estando más urgidos de dignidad, justicia, verdad y amor que conduzcan a la reconciliación y la paz. Sin estos bienes sociales, expresados en una nueva institucionalidad de democracia y Estado de derecho, jamás construiremos nuevos países.

Monseñor Casaldáliga dijo que los mártires son tesoros del pueblo y de la Iglesia, y que un pueblo que olvida a sus mártires no merece llamarse pueblo. Un mártir es testigo de la fe, es testigo de la Vida, y la Iglesia no sería Iglesia sin la memoria de la sangre de los mártires. Una liturgia sin compromiso con el camino de los mártires es algo vacío, sin sentido, puesto que, en el meollo de nuestra liturgia central, la Eucaristía, tenemos la presencia viva de Jesús, la ofrenda viva por la salvación del pueblo.

Ya lo dijeron los primeros Padres de la Iglesia en los primeros siglos: los mártires son semilla de cristianos. Cuánto necesitamos hoy esa memoria para que los cristianos y cristianas hagamos de esta nuestra iglesia, fiel y comprometida con la causa de los mártires en la vida de nuestro pueblo pobre. Los Mártires de la UCA son una causa que purifica y alumbra nuestra fe, nuestras vidas y nuestras luchas, y desde los destrozos de sus cuerpos, hacen resonar en nuestros corazones las propias palabras del Evangelio: “hagan esto en memoria mía”.