Mucho se habla sobre nuestra situación de precariedad. Pero, ¿qué significa vivir en estado de precariedad? Cuando, por ejemplo, una familia o un grupo de familias han construido sus viviendas a la orilla de un río o quebrada que no tiene bordo ni barreras de protección, esas familias viven en estado de precariedad. En épocas de temporadas lluviosas viven en vilo ante la inminente embestida de las aguas.
Lo normal es que una familia que vive a la orilla de un río o al lado del cauce de una quebrada tenga levantada su vivienda con materiales provisionales, con láminas o techos frágiles que con una brisa pueden ser arrasados. Seguramente vive a orilla del cauce de un río porque debió emigrar del campo a la ciudad o porque vive en una aldea grande, pero al no tener tierra, ha debido buscar el cauce de un río. Esa familia vive en estado de precariedad.
Un mal conduce a otros males. Una familia a la orilla del cauce de un río con una vivienda provisional, normalmente es abrazada por el desempleo. Y sin dinero que ingresar, falta la comida y la desnutrición arropa la vida de toda la familia, especialmente de la niñez. Esa familia vive atrapada en la precariedad.
Ocurre que esa familia a orilla del cauce del río o quebrada, con vivienda provisional, sin empleo y sin alimentos para cubrir los tres golpes diarios, cuenta con sus hijos adolescentes que de un día a otro son obligados a integrarse a una pandilla si no quieren perder la vida. Una vez en la mara, esos adolescentes se convierten en distribuidores y consumidores de droga e irremediablemente en delincuentes, con la amenaza de perder la vida en cualquier momento o de ir a parar hacinados a una de las tantas cárceles. Esa familia y esos adolescentes viven en estado de precariedad.
Puede ser que con un golpe de suerte uno de los jóvenes, muchacha o muchacho, toma el camino hacia el norte, y entre las miles de dificultades y peligros logra llegar a Estados Unidos. Esa familia se encuentra de pronto con la oportunidad de contar con una remesa o dinero que alivia sus angustias cotidianas.
Así los niños tienen algo para comer y hasta pueden ir a la escuela. Sin embargo, el hermano o hermana que está en los Estados Unidos trabaja en condiciones de indocumentado y en un Estado que persigue con furor a los migrantes. El ingreso económico de esa familia se encuentra en situación de precariedad, porque depende de si las autoridades capturan y deportan o no a esa persona que suministra los pequeños ingresos familiares.
Vivir en estado de precariedad es tener la vida en un vilo. Es vivir en la zozobra. Es no tener ni siquiera seguro el presente, mucho menos el futuro. La precariedad es el estado de sobrevivencia que impide la felicidad de la gente, y la atrapa en la tristeza y en la discriminación. El pueblo hondureño, la inmensa mayoría del pueblo hondureño, vive en pleno estado de precariedad. Y no por designio divino, sino como consecuencia de un sistema que es igualmente productor de precariedad como también de súper seguridad para pocas familias privilegiadas en todo, incluso para ser beneficiadas por exoneraciones fiscales.
La precariedad y la saciedad es una polarización, a la que en nombre de Dios y de los pueblos en precariedad tenemos que destruir y enterrar para siempre. Es otra manera de hablar de vulnerabilidad, que significa un pueblo con heridas a las que desde nuestra fe cristiana nos sentimos llamados a curar, a sanar. Dios no quiere la precariedad, tampoco que haya gente privilegiada que vida saciada de riquezas infinitamente acumuladas. Dios quiere pueblos para la libertad nunca para vivir heridos por las desigualdades, es decir no quiere nunca pueblos vulnerables ni en estado de precariedad.