Melissa Cardoza, marzo de humos del 2019
Una dice marzo y de sólo nombrarlo le viene un soplo de aire caliente al rostro y si entorna los ojos puede ver la cola del diablo en los remolinos de polvo por los caminos que llevan a los pueblos de este país.
Llega un aire con la promesa de días de descanso obligado que cuando una es más desempleada que otra cosa no es mucho, pero sabe que verá a sus amigas fuera de horario y el café será un altar a las diosas.
Marzo es flores también, amarillas, rojas, naranjas, moradas. Todo el color del mundo se sube a las cabelleras de los árboles de marzo, y la mirada brinca del gusto trepando por las ramas de los que han sobrevivido a la barbarie de la depredación y la indiferencia.
Marzo, es además recuerdos, nostalgia, rabia y dolor. Pérdidas comunes que nos siguen doliendo, Berta Cáceres, Amanda Castro, ahora Juana Pavón, la última gran conciencia que le quedaba a Tegus y sus orillas.
Y una dice que si existiera ese dios que tanto afaman, las poetas deberían seguir caminando, con sus palabras y desgracias, mucho más tiempo sobre esta tierra que los ladrones y asesinos que ostentan salarios públicos, y los árboles tendrían que derrotar a los alcaldes y sus ciudadanos forajidos.
Pero van escaseando las mujeres que nos extienden la dignidad en las palabras y los actos de hondureñidad. Abundan quienes se van, huyendo de la cárcel, de la muerte y la miseria, toda junta, creyendo y talvez sí, que otro destino serán mejor. Aún y todo se regeneran rebeldías, y olas de mujeres nuevas y no tan nuevas en el hacer van colocando otras maneras de andar con la cabeza levantada bajo el sol y la bala que queman.
En marzo hubo dos actos poderosos, de nuevo signo. La toma de la UNAH y la de los peajes de San Pedro. Diversos colectivos de jóvenes universitarias con la presencia de otras feministas, y el Foro de Mujeres por la Vida, con otras compañeras de lucha, organizaron estas acciones.
Las dos actividades movilizaron mujeres y en nombre de la fuerza propia hicieron alto en dos espacios duros y simbólicos. La universidad con su tradición de lucha mixta en la que bastante han estado las jóvenes, junto a sus compañeros con quienes han tenido acuerdos y bastantes desencuentros, y que eligieron hacer una toma entre mujeres y de cara a un día de lucha feminista. Con sus balandranes rojos y un posicionamiento público, las muchachas pararon en consonancia con la llamada mundial del Paro de Mujeres, y lo hicieron en su nombre y sus propuestas que algunas de ellas son parar la violencia sexista dentro de la universidad.
Las del norte con esa historia aguerrida que les caracteriza detuvieron el tráfico en zonas altamente transitadas, llenas de rabia digna feminista y denunciando la falta de justicia ante el mundo.
En ambos casos abundó la misoginia, el odio que se encarna en las mujeres todas que salen a buscar la vida y encuentran la muerte, y más aún en la de las que luchan, usan su voz, no negocian con el poder y ponen su cuerpo y su razón en el lugar donde las miren y escuchen.
Las insultaron, les hicieron groseros comentarios respecto a sus cuerpos y palabras, las atacaron verbal y físicamente. A todas, sin excepción, les mandaron a buscar marido, a coger, y en muchos casos les desearon la muerte, la violación, el encierro.
Qué duro el país, lo sabemos.
El humo de los árboles que simbolizan esta geografía ahoga la pequeña esperanza que resiste.
La misoginia se reparte en porciones tan grandes que es difícil evitar el vómito. A las compañeras que tomaron estos espacios les quedó claro una vez más el mensaje del odio patriarcal, con o sin dictadura, pues la narrativa misógina no es sólo del poder y sus instituciones, pero que bien les viene a todos los agresores sin excepción un régimen basado en la fuerza, el fundamentalismo y la mentira.
Ellas lo saben, lo sabemos todas, que a la vuelta de cualquier recodo de los poderes grandes o pequeños que se ocultan en las reuniones, en las tomas, en los rituales del hogar, en la verborrea de la pareja, en los pésimos chistes y en el discurso del compañero progresista, la misoginia espera sólo cualquier pretexto para salir y atacar.
Aún y con eso, osadas aquellas que en nombre de su propia fuerza antigua y sus razones vitales avanzan hacia delante.
Gratitud por proponerle a los feminismos otras avenidas libertarias.
Melissa Cardoza, marzo de humos del 2019