La realidad de nuestro país es tan dolorosa que a veces no se entiende cómo la sobrevivimos. Yo pienso que casi siempre mal, enfermas, enojadas, distanciadas, tristes; otras, creando, inventando, riendo lo que se puede y estando juntas con las que nos contienen y sostienen. En todo caso como podemos y con carencias múltiples.

Al salir de la tierrita, una habla de esa realidad y entonces cae encima un mundo lleno de sombría desesperanza y de preguntas que se multiplican. En una actividad en la ciudad de Milán, un potente grupo de activistas autonombrado Las Indecorosas, realizó una acción teniendo como centro la situación de la comunidad LGBT que en Italia tiene más letras. Los datos de la prensa, de los increibles informes de Cattrachas, de las informantes vivas que andan por estas tierras en huida libre no me dijeron nada nuevo, pero cayeron sobre mí, como una ola enorme del mar mediterraneo que ahora es tumba de migrantes.

El mismo sistema que sostiene la dictadura, reelige funcionarios corruptos, inhábiles, cómplices de la muerte, el mismo que oculta la violación de los derechos básicos de toda la gente, el mismito que esconde los agresores de todo cuño ideológico, hace que los espantosos datos de la población llamada diversa sexual sean tomados de manera pasajera para casi todas y todos porque simplemente ni siquiera los replicamos que sería lo que al menos podríamos hacer.

Al menos lo digo por mí. Soy lesbiana y aunque lo expreso y lo escribo, mi identidad política siempre ha sido el feminismo que dicho sea de paso en Honduras es bastante hetero en fondo y forma. En buena parte me explico esta opción política, porque las luchas lésbicas de Honduras con su arduo empeño en el reconocimiento de derechos que no reconocen a nadie bajo ese régimen neoliberal, con su énfasis en la búsqueda del matrimonio igualitario, con el discurso que yo encuentro heteronormado en su fondo no me atrae y al contrario me separa de las colectividades, pues   se concentra en una identidad que sin raíz puede incluso ser bastante atractiva al sistema de mercado, y al liberalismo de la embajada gringa o de la unión europea. Y es curioso porque esta crítica puede ser igual de válida para otros movimientos, incluyendo al feminismo.  Es decir que cualquier movimiento potencialmente radical puede ser, según sus propuestas y alianzas, cooptado por un sistema que tiende a hacerlo de manera expedita para sus fines.

Pero debo decir que frente a ese grupo de activistas italianas diciendo los números y los contenidos de tanta muerte violenta, y las condiciones de la vida cotidiana de gays, trans, lesbianas en el país, me hice muchas preguntas y reclamos sobre mi propia lesbofobia, o lo que pudiera darme una explicación ante el panorama, pues no encuentro otra.

En casi todos los discursos de todos los movimientos en Honduras poco a poco se han ido abriendo las retóricas y ojalá las perspectivas, las luchas de los pueblos indígenas ha llegado a muchas partes, las feministas, aun cuando estorban a tanta gente, también; sin embargo, el escarpado camino de activistas de las disidencias sexuales, siguen marginales en la posibilidad de formar parte siquiera de las palabras. Con los escandalosos y conocidos datos de violencia, por senalar lo más duro, pero sabiendo todo el conservadurismo que ahí se esconde, quienes hacemos palabra política escasamente hablamos al respecto o sólo para referirnos necesariamente a lxs compxs de ese movimiento y “sus vidas”, como si nada tuviera que ver con todo el mundo de la política, la comprensión de la realidad y los cambios; escasamente se nombra la heteronormatividad como una categoría sin cuerpos y en pocos discursos.

Injusticia histórica para comunidades que con todos y muchos más conflictos, ha peleado a golpes y muertes su lugar en el ámbito de las utopías pues un mundo verdaderamente respetuoso de quienes no participamos de la norma heterosexual y sus amplías esclavitudes éticas y estéticas, sería el único posible para vivir en paz.

 A ellas y ellos, compas de la comunidad de diversidad sexual, en un tiempo en que por todas partes se habla de orgullo quisiera hacer autocrítica pública y ofrecer una avergonzada y muy tardía disculpa por disminuir su espacio en mis propias palabras intencionadas, que no en mi pensamiento feminista.

Igualmente quiero hace un enorme reconocimiento por su trabajo de denuncia, por estar en los espacios de la política, aunque no siempre comparta sus agendas, por no dejar de resistir a sus modos tiempos y formas para nombrarse y nombrar, y por interpelar necesariamente a los movimientos que no debemos aceptar la exclusión como estrategia política, en nombre de ningún fin ni proyecto colectivo.

Melissa Cardoza,

junio de rebeldias LGBT