Nuestra palabra
Martes, 31 Julio 2018

¿Castigo divino o construcción humana y social?

Dicen que la pobreza, el hambre, y la violencia nos han caído a la sociedad hondureña como castigo divino. Y que a estos males se une otro que también nos viene como parte de nuestra natura humana: la haraganería de la gente. ¿Es un castigo divino? Nada de eso. Honduras tiene condiciones ambientales y riquezas diversas de la naturaleza como para vivir con dignidad, no solo la generación actual, sino las generaciones futuras. Si esto es así, ¿por qué tenemos los índices más negativos entre los países del continente?

La pobreza, el hambre, y la violencia son subproductos de un sistema organizado para que la producción de la riqueza sea social y colectiva y la distribución de la misma sea individual. La inmensa mayoría de la sociedad trabaja para producir riquezas. Pero al final, esa riqueza se distribuye entre muy pocas personas. El sistema de justicia legaliza esa distribución desigual e injusta de la riqueza.

Hay mucha gente que trabaja y trabaja y apenas recibe un raquítico salario para medio comer. Muchísimas mujeres trabajan duramente en la casa, pero ni siquiera ellas son conscientes de todo su trabajo, y hasta ellas mismas dicen que no trabajan. La inmensa mayoría de la sociedad trabaja, pero su esfuerzo no se ve compensado con un nivel digno de vida. Unas pocas familias tienen empresas, fábricas, negocios, pero ninguno de sus miembros trabaja la gota gorda como lo hace la mayoría de la gente.

Al momento de la distribución de la riqueza que se ha producido, los que más han trabajado reciben una miseria, y los que no han trabajado se quedan con todas las ganancias, y esto se argumenta porque son los propietarios, los patrones. Y las leyes se organizan para legalizar esta distribución. Mucha gente ni se entera de que esto es injusticia, y piensan que las cosas son así porque así lo ha querido Dios.  Mucha gente lo sabe pero prefiere callarse. Mucha otra gente se queda embelesada viendo la televisión mientras se traga sus angustias.

La suma de los datos nos lleva a la misma conclusión: la pobreza, el hambre, la violencia no ocurren por falta de alimentos o porque seamos haraganes, ni la violencia ocurre porque los hondureños la llevemos en nuestros genes. Ni menos ocurren porque sea un castigo divino. La pobreza, el hambre y la violencia ocurren esencialmente por la brutal concentración de la riqueza en un grupo muy reducido de familias.

Estas familias han llegado a concentrar tanta riqueza que ven el país entero y al Estado como su propiedad, y bajo ninguna circunstancia aceptarán un modelo social y económico distinto. Lo defienden a cualquier costo, no están dispuestas a arriesgar sus privilegios. Esta concentración extrema de riqueza es infinita, y se logra a cambio de condenar a la miseria a la inmensa mayoría de la sociedad. El régimen que encabeza Juan Orlando Hernández tiene como oficio político proteger y perpetuar este modelo y a las poquísimas familias que se apropian de la inmensa riqueza del país.

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