Nuestra palabra
Jueves, 23 Agosto 2018

De diálogos y sorderas

Lo que pasa en nuestra querida Honduras, no puede verse de manera aislada. La mirada regional debe estar siempre presente. El año pasado y el presente, han marcado la vida política, social y económica tanto de Honduras  como de Nicaragua. Ambas naciones centroamericanas con realidades muy parecidas, pero con características particulares.

Dos gobiernos, en la teoría, de distintos cortes ideológicos, uno de izquierda el otro de derecha, pero siguiendo aparentemente los mismos roles indicados por sus máximos dirigentes: Daniel Ortega, presidente de Nicaragua y Juan Orlando Hernández, presidente inconstitucional de Honduras.

Ambos gobiernos, con un férreo control de las altas cúpulas castrenses y con formación militar, por lo tanto ambos planes de gobierno basados en un enfoque eminentemente militarista y controlador. Otro rasgo que identifica a ambos sujetos es que tienen un amplio control y monopolio de la institucionalidad estatal. También el control de las matrices mediáticas está entre sus prioridades.

Tanto Hernández como Ortega han tenido que verse en conflictividades que han provocado el estallido de la protesta en las calles. Coincidentemente el tema de corrupción y el sistema de sanidad está ligado a las crisis que ambos gobiernos han provocado. Es así que entendemos que las realidades tanto de Nicaragua como la de Honduras no están tan alejadas. A pesar de sus cortes ideológicos, en la práctica y la aplicación de las medidas de control, no se diferencian mucho.

Saqueo de negocios, cortes de carreteras y calles. Quema de edificios públicos, asesinatos a manos de fuerzas del orden público y fuerzas irregulares, detenidos por acciones de protestas, violación a derechos humanos fundamentales como la vida, la protesta, la libertad de expresión y prensa, entre muchos otros. Las matrices mediáticas vinculadas al oficialismo acusan a las organizaciones defensoras de derechos humanos. Todo un guión bien parecido en ambos casos durante la crisis.

La comunidad internacional ha jugado un papel de doble discurso para cada uno de los dos gobiernos, con resultados que aún siguen dejando vacíos enormes en el papel que juegan los distintos foros internacionales en la actualidad. Una de esas demandas es la instalación de diálogos nacionales con todos los sectores. En ambos casos, la idea del diálogo ha sido un fracaso, porque mientras ellos, Hernández y Ortega, no tengan el control de esos espacios, no se someterán.

Es así, que los cortes ideológicos de ambos gobiernos, queda en segundo plano cuando en la práctica, pasan a ser parte de la misma mirada de explotación y exclusión en la que están basados. Ni las izquierdas ni las derechas deberían matar los sueños de dignidad que tanto necesitan nuestros pueblos.

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