Lunes 05, Agosto 2024  

Economía depredadora y la práctica del bien

La situación económica del país sigue en estado de precariedad. El pueblo pobre “municipal y espeso”, que diría el poeta, sigue en su máxima lucha de resistencia, arañando dignidad para sacar los tres golpes diarios a un modelo económico dominante depredador y extractor de derechos humanos, laborales y éticos. Así este pueblo, en lugar de humillado se erige, sin siquiera darse cuenta, en los héroes cotidianos de la sobrevivencia.

A diario Sonia, Jairo, Juana, Margarita, Pedro, Teresa, Natalie, Denis, y toda la población que pasa la vida entera haciendo el bien a costa de mal vivir, se convierten en los mejores negociadores para regatear los alimentos, esos granos, esas hortalizas y esas frutas que pasaron de las manos campesinas a coyotes y empresas que buscan seguir manteniendo control del mercado por encima del hambre de la gente.

De lo que no cabe duda es que esta precariedad institucionalizada, resulta de la falta de políticas para revertir la injusta tenencia de la tierra. Al faltar decisión política para el agro, los gobiernos suavizan la violencia agraria creando inútiles comisiones, las cuales al final del día dejan intacta la precariedad. Y qué hace la gente?: una gente lucha por recuperar la tierra y demanda desempolvar la autentica reforma agraria, mientras otra, la mayoría, emigra del campo a la ciudad, y del país hacia el cruce de otra fronteras. Y otra, la minoría, se enrola en la delincuencia y criminalidad.

No solo es el agro. Los datos están íntimamente unidos, porque con la ausencia de políticas públicas y con un alto empresariado económicamente mezquino, el desempleo abate los hogares, sobre todo a la juventud. Son miles de muchachadas las que se gradúan en la universidad, y poquísimas las que consiguen empleo formal. La inmensa mayoría pasa a rebuscarse en ese desempleo al que se le disfraza con ese nombre rimbombante de emprendedurismo. Y muchísimos más, a la migración.

En esta economía organizada desde la perversidad de las ganancias y en base a la depredación de los bienes naturales y aplastar la dignidad de la gente, es normal y explicable que exista deterioro social manifestado en violencia y delincuencia callejera. Lo que no es normal, y es un auténtico ejemplo de dignidad, es que entre tantas miserias y calamidades impuestas, la inmensa mayoría de la población sigue arañando trozos de vida desde la práctica del bien. Este valor –y no la corrupción y la politiquería– es el que, por ser ética de la más noble, abre para Honduras un futuro nuevo.