Feriadón
Se nos vino encima octubre con su feriadón, inventado en tiempos del más crudo de construcción del narco Estado, como distractor para otros asuntos totalmente contrarios al descanso y al bienestar de la sociedad. Eran tiempos para el tránsito oportuno de la droga, el montaje de operativos policiales y militares para dar rienda suelta al trasiego del exitoso negocio organizado y gobernado por la criminalidad organizada.
¿Pasaron esos tiempos? Unos dicen que sí, otros dicen que no. Unos hablan de que ya quedó enterrada la narco dictadura. Otros dicen que no solo las huellas sino sus dinámicas de fondo siguen intactas. Cambiaron nombres, quizá corredores y metodologías. Pero la fuerza de poder del narcotráfico sigue siendo una de las fuerzas definidoras de los poderes dentro del Estado y la sociedad hondureña.
Y aunque hubiese quedado achicharrándose en el pasado, o bajo las rejas en Estados Unidos, una huella que va siendo casi indeleble es la del feriadón de octubre, hoy bajo el rimbombante nombre de la refundante era morazánica. El calendario cívico sigue impecable. Hasta la existencia de noticias desaparece, porque la única noticia válida es la que acontece en balnearios y áreas turísticas.
Para burócratas no hay desperdicio. Todo mundo en el Estado cierra sus puertas y engaveta sus archivos. Es tiempo para evadir, olvidar, retrasar, ocultar, paralizar la vida nacional. Todo queda en un paréntesis para el común de los empleados de todas las dependencias del Estado, a excepción de policías y militares. Y uno que otro empleado que le toca la dura tarea de hacer un inservible turno.
A descansar se ha dicho. ¿Con qué dinero? Pues a enjaranarse se ha dicho también. O a agarrarse de una solicitud de doble remesa, porque la playa o el balneario nos advierte que puede desaparecer, y no hay que desaprovechar la ocasión. Eso sí, para el común de la gente –que es la mayoría—seguirá en su ingrato desempleo, en su lucha por arañar para comer.
Y mientras las dependencias del Estado cierran sus puertas a cal y canto porque todo mundo se con toda su parranda, los damnificados del sur de Honduras, pues que se la resuelvan como puedan, porque la única emergencia válida es la de los cuerpos del Estado prestos para atender a vacacionistas. No hay otra emergencia que valga.
Y mientras jueces y fiscales se dan su descanso a rienda suelta, La indefensión de la gente defensora del ambiente en el Aguán sigue en extremo crítica. Y la investigación del crimen de Juan López también se queda a que retorne la burocracia estatal. Solo la adolorida gente del Aguán, sostiene viva la memoria de nuestro mártir de la fe, popular y ambiental. Porque el feriadón anda tras ese asunto triste de dar vuelta a la página.
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