Un obispo para tiempos proféticos
Lo dijo el día de su consagración como obispo titular de la Diócesis de Trujillo, citamos textualmente: “Que se respeten los derechos de las comunidades por encima de las compañías mineras asesinas que arruinan nuestros ríos”.
Ese es Monseñor Jenry Ruiz. Juan López se convirtió muy pronto en su asesor, guía personal y amigo confidente. Y como Juan, el obispo se ha hecho acompañar de muchos agentes laicos de pastoral –hombres y mujeres—a quienes escucha y consulta. Siempre se le ve conversando amenamente con gente sencilla, y participando como uno más en encuentros de análisis y reflexiones o en reuniones de planificaciones.
Maestro de la sencillez, de la amabilidad y la palabra. Tan cercano con su gente y tan pastor de su pueblo que le sobra el título de monseñor y la formalidad de su vestuario. Pero más lo dignifica. La gente sabe que está y que escucha a su pastor, su guía, su luz y su referente evangélico. Ese es Monseñor Jenry Ruiz, el hombre de Dios que vino de una cuna campesina olanchana para pastorear la Diócesis de Trujillo en la región de más alta conflictividad en Honduras.
San Óscar Arnulfo Romero dijo un día que con su pueblo no costaba ser buen pastor. Y esto vale para el obispo Jenry Ruiz. Se encontró con un pueblo pastoreado por obispos precedentes con una misma dosis de humildad y cercanía. Así fue Monseñor Virgilio López y así fue también Monseñor Luis Solé. Y así fueron párrocos y equipos pastorales con la rica y variada presencia de religiosas a lo largo de al menos siete décadas atrás, cuando todavía esa vasta región de Colón y Gracias a Dios pertenecía a la Diócesis de San Pedro Sula, pastoreada por el benemérito y discreto obispo Jaime Brufau.
Toda esa hermosa tradición pastoral y evangelizadora la recibe este obispo joven, y la actualiza como fuerza para servir a los pobres que hoy son víctimas de las mineras, el control de la tierra, la violencia, la corrupción, el narcotráfico y una justicia que se parte y se reparte entre unas cuantas élites vividoras.
Cuando la celebración de la misa de fin de novenario de Juan López, Monseñor Jenry Ruiz predicó por cerca de una hora, y la feligresía interrumpió la homilía por unas 50 veces. Con su palabra compensaba el dolor ante el ingrato crimen de un hombre inocente. Con su palabra el obispo encarnó el Evangelio capaz de transformar todos los miedos y angustias en alegrías, sueños compartidos y despertares eclesiales y sociales.
La palabra radical del Evangelio puesta en boca de Monseñor Jenry Ruiz se expresó en el perdón a los asesinos, tanto a los gatilleros como a los que pagaron y planearon el crimen. Ese perdón es lo hace que la lucha por la dignificación humana sea eficaz, creíble e invencible. Todo el Señor Jesús se encarna y actualiza en la vida y palabra de un obispo quien en su caminar tendrá a Juan López a su lado, su discípulo amado.
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