Nuestra palabra
Lunes, 30 Julio 2018

La caja de la misoginia estatal y mediática

En el primer trimestre de 2018, supimos del denominado caso de la Caja Chica de la Dama, en la que se señalaba como una de las principales personas implicadas, a doña Rosa Elena Bonilla. Los medios de comunicación dieron una amplia cobertura del caso de la ex Primera Dama de la República con fotografías, videos, reportes y enlaces en vivo de radios y televisoras. Su imagen quedó bastante clara frente al escarnio público. Gracias a esa amplia cobertura de dichos medios, vimos a doña Rosa Elena enchachada, con su rostro descubierto o sí estaba disfrutando privilegios y comodidades que las otras personas privadas de libertad no gozan.

Meses después hemos sabido del caso denominado La Caja de Pandora, en la que la lista de supuestos implicados, está conformada en más del noventa por ciento por hombres. De las treinta y ocho personas señaladas como responsables de desvío de dineros públicos, sólo una es mujer. Todos los demás son hombres, unos más reconocidos públicamente que otros, entre esos Elvin Santos, Rodolfo Irías Navas, Celín Discua y Jacobo Regalado. Todos miembros ilustres y activos de los vetustos partidos Nacional y Liberal.

Aunque ambos casos son parte importante de la lucha contra la corrupción que el Ministerio Público y la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad, a través de la UFECIC, han emprendido; no deja de llamar la atención el tratamiento, de uno y el otro caso, en los medios de comunicación corporativos.

Más allá de las implicaciones reales, las presunciones de inocencia o culpabilidad en ambos casos, es necesario señalar el tratamiento judicial y mediático de dichos casos. En el primero, en donde figura la ex primera Dama como la implicada más visible, sí hubo foto  y todo. En el segundo caso, no hay imágenes, hasta ahora, de los implicados enchachados, trasladados como todos los demás mortales a quienes se les supone responsable de la comisión de delitos. Todo se ha manejado en el más estricto respeto a la imagen de los susodichos. Parece que fuera un acuerdo o pacto entre los caballeros que definen la agenda mediática y línea editorial de los medios y los dueños de los partidos políticos.

Teniendo de fondo que en el primer caso es una mujer y en el otro caso son hombres; es natural alguna sospecha de creer que los medios y sus agendas se siguen moviendo desde el morbo, cuando se trata de una mujer y cuidar la imagen de los implicados cuando son hombres. Lo mismo pasó con Ilse Molina, los calificativos eran “la amante o la ex palillona”, pero a Mario Zelaya se le lava la imagen publicando que da consultas médicas, aun estando privado de su libertad.

Otro ejemplo claro de ese papel controlador y represor de la imagen de la mujer, es el asesinato de Ricci Mabel Martínez que recordamos en el mes de julio. Es ella la víctima de la misoginia asesina representada por el autoritarismo, expresión fiel del proceso del remilitarización en Honduras. El asesinato de Ricci Mabel es el femicidio histórico desde donde se explica la situación actual de las mujeres, frente a la imposición de la fuerza y el control hacia las mujeres de parte de una institucionalidad estatal y mediática machista, excluyente, represora y misógina.

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