Mártires de la UCA, 35 años después
Este 16 de noviembre conmemoramos 35 años de la muerte martirial de nuestros seis compañeros jesuitas y sus dos colaboradoras. Una acción sanguinaria perpetuada en el campus universitario de la UCA de San Salvador.
La matanza fue ejecutada por el batallón élite Atlacatl que cumplió a rajatabla órdenes superiores de acabar con el Padre Ignacio Ellacuría sin dejar testigos, y ocurrió en el contexto de una prolongada guerra civil en donde solo las armas parecían ser los argumentos de ambos bandos, y las consecuencias sangrientas para la sociedad salvadoreña no parecían tener fin.
Los jesuitas de la UCA fueron incansables promotores del diálogo por la paz. Ni el ejército ni la guerrilla estaban dispuestos a atender en profundidad las propuestas de los jesuitas. Por esa paz con justicia había sido asesinado en 1980 Monseñor Romero, y unos años antes, también había sido derramada la sangre del Padre Rutilio Grande. Esas ofrendas martiriales, más decenas de miles de civiles asesinados en la guerra civil salvadoreña, quedaron selladas con la escandalosa masacre de los seis jesuitas y sus dos colaboradoras.
El mundo entero se estremeció, y las partes en conflicto entendieron por fin que solo el diálogo que condujera a una negociación pondría fin a la guerra. La horrenda ofrenda de los jesuitas y sus dos colaboradoras se convirtió en el sacrificio que agilizó el proceso de diálogo que culminó con la firma de la paz entre salvadoreños en enero de 1992.
Tras 35 años de su muerte, la luz martirial de los jesuitas brilla con más intensidad en un El Salvador atrapado en una autarquía que se coloca por encima de toda institucionalidad del Estado, y en una Centroamérica gobernada por la criminalidad organizada y el sistema financiero que domina todas las esferas de la sociedad sin importar credos, ideologías o banderas políticas.
Desde Honduras, y desde Radio Progreso y el ERIC saludamos al pueblo salvadoreño. Agradecemos al Señor de la Vida y de los Amaneceres por la presencia en nuestras vidas de la memoria martirial de nuestros compañeros jesuitas y Elba y Celina, cuyos nombres y su sangre martirial nos compromete a profundizar en nuestra misión por buscar caminos de paz y de justicia en nuestra empobrecida y martirizada sociedad hondureña.
Gracias Elba Ramos y Celina Ramos. Gracias Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno, Segundo Montes y Joaquín López y López. Gracias por aguijonear nuestros corazones para ser fieles a nuestra misión de fe y justicia en las actuales encrucijadas de vida y muerte en nuestra Honduras.
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