Jueves, 05 Julio 2018

Memorias y Olvidos

Al hacer memoria de la historia hondureña, nos encontramos algunos episodios que la impunidad ha empujado al cesto del olvido. En el 2017, hubo asesinatos a manos de las fuerzas militares y policiales. Echando vista un poquito más atrás, los asesinatos del dos mil nueve, también a manos de las fuerzas militares. Y no podemos olvidar la masacre del 6 de julio de 1944 en San Pedro Sula, en pleno mandar del militarismo expresado en la dictadura de Carías Andino.

Se cumplen nueve años del asesinato, a manos de las fuerzas militares y policiales, de Obed Murillo de tan sólo diecinueve años de edad, estaba en el comienzo de su juventud. Corría el 5 de julio de 2009 y en las inmediaciones del aeropuerto Toncontín, la multitud se aprestaba a recibir el avión en el que volvería, a suelo hondureño, el presidente depuesto Manuel Zelaya. Entre esa multitud se encontraba Obed Murillo. Fue él, la primera víctima mortal en el contexto del Golpe de Estado de ese año, al que siguieron muchas más muertes de opositores a la ruptura del orden constitucional.

El asesinato de Obed Murillo nos debe hacer reflexionar sobre el papel del Comisionado Nacional de DDHH, Ramón Custodio, quien dijo que lo que habían disparado las fuerzas militares y policiales habían sido balas de goma. Lo otro es el papel de los medios de comunicación al guardar silencio cómplice y hasta llegar a manipular a la opinión pública a través de una fotografía falsa. Tampoco podemos olvidar las palabras en cadena nacional del máximo jerarca de la iglesia Católica en el país, haciendo un llamado a la calma a la población, pero guardando silencio ante la herida a la democracia hondureña por parte de las élites y grupos de poder, que son los mismos que gobiernan actualmente.

Pero también hoy queremos recordar otra fecha que marcó la historia de resistencia popular ante la dictadura de Carías Andino. Fue un 4 de julio de 1944, en las calles de la capital hondureña, se realizó una marcha en oposición al continuismo del dictador, la manifestación fue disuelta por la fuerza. Dos días después, San Pedro Sula fue el escenario para otra manifestación de oposición a la dictadura, pero también fue el escenario para manchar la historia con una de las masacres más horrendas que se registran. Los cuerpos de seguridad del Estado se apostaron en los edificios y empezaron a disparar a los hombres, mujeres y niños que habían asistido a la manifestación pacífica. Los cuerpos se los llevaron en camiones, lavaron y limpiaron la escena para borrar cualquier evidencia que incriminara a la dictadura.

La masacre de 1944, los asesinatos en la crisis del golpe de Estado y la crisis electoral de 2017, son testimonio que la entrega martirial de hombres y mujeres que resisten al autoritarismo, es un camino largo y esperanzador para andar; aunque la historia oficialista se encargue que nadie las recuerde para así seguir construyendo los enormes muros que sostienen la cultura de impunidad en la que siempre han gobernado.

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