

Trump, versión gringa del “delirio americano”
Trump es la réplica en Estados Unidos de lo que en los países latinoamericanos es el clásico caudillo populista, mesiánico y machista. Es el “delirio americano” del que habla el politólogo colombiano, Carlos Granés. De ser non grato para los ricos y la clase media en el primer mandato, hoy Trump se sienta en la silla de la Casa Blanca con el control de los mayores poderes existentes. Es el caudillo del mundo.
Controla el poder político con el respaldo de los republicanos y el manejo pleno de las dos cámaras en el Congreso. Es un presidente que alcanzó el triunfo en base a un fuerte poder popular expresado en las urnas y en el colegio electoral, votado incluso por un importante segmento de población latina. Tiene de su lado el poder financiero, sin duda el mayor poder en el planeta. Gobernará teniendo de su lado el poder mediático, con los propietarios de las mayores redes mediáticas y redes sociales. Y a su vez, tiene de su parte el poder militar con la industria armamentista de su lado.
Donald Trump asume su mandato como un presidente que de ser delincuente ha pasado a ser el mayor atractivo para los ricos de Estados Unidos, pero también de buena parte de los ricos de los diversos países del planeta. Es el gobierno libertario, no en vano sus invitados especiales son Milei y Bukele, de Argentina y El Salvador respectivamente. Esto significa que gobierno con al consigna del poder arbitrario, de hacer lo que quiera sin que nadie le estorbe, incluso pasando por el mismo Estado. Sinbolia a los nuevos colonizadores de la tierra y del espacio.
Trump es la voz de lo más crudo del imperio. Simboliza a quienes son implacables con los de abajo y serviles con los que están arriba. Y Trump está en la cúspide, trepó solo para despreciar a los pueblos pobres y obligar a los sectores medios y a los políticos del mundo a ser serviles ante sus políticas.
Trump se concibe emperador del mundo entero, y nos advierte que los vientos que soplan para nuestro país son de amenazas que se pueden convertir en intervenciones imperiales. Con este Trump y su séquito de servidores palaciegos del planeta es con quien ha de continuar su relación el gobierno hondureño. No se trata de ser serviles ante el emperador Trump, pero tampoco estamos para hacerla del perrito que ladra desafiante ante el tigre feroz. El gobierno hondureño nunca ha de olvidar que con sus políticas puede dar oxigeno a nuestra población migrante o la puede hundir. Y su diplomacia ante la administración Trump ha de ser de amplio juego de cintura. Insistimos, de por medio están nuestros millones de migrantes a quienes toca proteger en sus derechos, y porque nuestra economía sería imposible sin sus remesas. En este tiempo, el pragmatismo en la diplomacia es la actitud del sentido común más conveniente
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