Ramón Romero

En Honduras, como en muchos otros países, crece la lista de narcopolíticos, esto es, de políticos que reciben dinero de la narcoactividad. Sin negar que hay políticos decentes en todos los partidos, es muy probable que no haya uno solo de los partidos que se mantenga exento de grupos de narcopolíticos. Igual puede decirse de poderes e instituciones del Estado en las que la influencia de los narco, a lo largo de muchos años, ha echado raíces tan profundas que, sin importar el partido que gobierne, instrumentalizan en su beneficio la actividad pública. Tampoco se descarta que organizaciones autodenominadas de sociedad civil, cuyos miembros tienen sueldo en las mismas, incluyendo a más de una iglesia, medios de comunicación y periodistas, perciban narcodinero. Hoy los narco han sustituido a grupos empresariales en el papel de principal inversionista en la política, pues parece que pagan mejor. Organizaciones de narco actividad y algunos empresarios comparten esta “área de inversión”, que les es negocio en extremo lucrativo, rápido y bastante seguro.
El análisis de la realidad muestra la existencia de diversas causas que provocan la presencia del narco dinero en la política. Entre ellas:
- Haber convertido la política en un negocio. Un amplísimo número de políticos de distintos niveles se inician y mantienen en esta actividad porque la han convertido en su negocio o en su modus vivendi. A través de la política acceden a cuotas de poder y a porciones del botín. Lograr algún poder les vuelve importantes en poco tiempo y sin larga trayectoria, allanándoles el camino a la riqueza facil y rápida. Esta llega traficando influencias con quien esté dispuesto a pagar por ellas.
- Surgimiento de los narco inversionistas en política. Los narco están dispuestos a “invertir” inmensas sumas de dinero en los políticos que les presten servicios, como: facilidades para introducir cargamentos de drogas al territorio nacional, transitar con ellas por el mismo sin ser obstaculizados, tener protección, no ser perseguidos, evitar la extradición, disponer de refugios seguros, mantener sus delitos en impunidad, traficar armas y otras mercancías, lavar dinero sucio, usar servicios del estado y aún elevarse, por la actividad mediática, a especie de héroes populares.
- Incrementar las campañas políticas de tipo clientelar. Los narco políticos, que operan como grandes, medianos o pequeños empresarios de la política, en su afán de acrecentar su poder y luego lucrarse del mismo, necesitan padrinos que estén sobre ellos y de los cuales se convierten en clientes. Sus padrinos les protegen y promueven. Además necesitan crear su propia clientela, que esté bajo ellos en la jerarquía política. Hacer clientela es lograr el apoyo de personas de distintos estratos sociales y procedencias geográficas, que, como ellos, buscan beneficios particulares a través de la política y están dispuestos a asociarse y apoyarles a cambio de canonjías y favores. Los padrinos y los clientes forman una especie de anillos concéntricos, de superiores a inferiores en cuanto a su concentración de poder, que integran una larguísima cadena clientelar. La cadena va desde los grandes liderazgos hasta el más humilde activista de barrio o aldea. Para ganar el favor de los padrinos y el apoyo de los clientes se necesita dinero y más dinero. Así, la política vernácula no se hace más por ideales, propuestas ni liderazgos carismáticos, sino por dinero. Hoy es un lugar común afirmar que “las elecciones se ganan con dinero” y casi nadie se inmuta ante la barbarie que conlleva tal afirmación. Para obtener dinero y mantener satisfecha a la cadena clientelar hay que “vender el alma al diablo”, que es ponerse a disposición de los narco y empresarios. Ese es el hacer principal de los narco políticos.
¿Como superar esta reducción de la política al nivel de un negocio, que viabiliza el avance inexorable de la narco delincuencia, erosionando la vida social? Este es un reto decisivo para la ciudadanía crítica.
La ciudadanía es el más poderoso sujeto social capaz de enfrentar con posibilidades de éxito a la narco política y la expansión de la narcoactividad. Dos instrumentos clave de los que dispone la ciudadanía son el voto y la incidencia.
Por encima de las organizaciones políticas con fachada de sociedad civil, y más allá de los partidos en que se afianza el statu quo, es urgente potenciar la ciudadanía crítica, consciente y propositiva. Desde una ciudadanía así conformada, es necesario crear un proyecto de transformación nacional, con perspectiva de largo plazo, que incorpore los plazos medio y corto, que, en franca ruptura con las posiciones retrógradas y el oportunismo, se oriente a la transformación de las condiciones políticas, económicas, sociales y ambientales que hoy imperan, para abrir el camino a una sociedad democrática, justa y sostenible.
En este proyecto hay que contar con los aportes de las ciencias sociales, jurídicas y económicas, junto a la filosofía política y la ética.
Para iniciar la perspectiva ciudadana, urge adoptar procedimientos políticos diferentes a los viciados. En la actual coyuntura nuestra sociedad necesita que las campañas y elecciones se ejecuten en forma transparente, con bajos costos financieros y eficaz rendición de cuentas.