Martes 25, Junio 2024  

En memoria de los mártires de los Horcones

El 25 de junio de 1975 el país entero fue sacudido con la matanza, después de salvajes torturas, de catorce personas, dos de ellas Sacerdotes de la Iglesia Católica, ocurrida en la propiedad del hacendado Manuel Zelaya en el valle de Lepaguare, en el departamento de Olancho, y ejecutado por miembros activos de las Fuerzas Armadas de Honduras.

Aquella masacre fue una respuesta del gobierno y de los terratenientes a la presión de los campesinos para que se aplicara la truncada Reforma Agraria que las mismas Fuerzas Armadas habían encabezado a partir del golpe de Estado de López Arellano en diciembre de 1972. Con aquella acción criminal quedó demostrado que cualquier intento que se haga por disminuir la injusta distribución de las riquezas, y especialmente de la tierra, se topa siempre con la feroz oposición de quienes viven en la opulencia. Y mostró que los campesinos y los pobres son buenos cuando justifican el discurso oficial. Pero cuando se organizan y reclaman sus derechos, estorban y desestabilizan.

Han pasado 49 años de aquella sacudida a la conciencia nacional. El proceso de Reforma Agraria se paralizó, hasta desaparecer. La ley agraria se sustituyó por la Ley de Modernización Agrícola que desde 1992 ha puesto la tierra destinada a reforma agraria a la venta del mejor postor. Recientemente se creó una llamada Comisión de Seguridad Agraria y Acceso a la Tierra, pero en un año lo que ha establecido es que cualquier grupo campesino que ocupe tierras será desalojado sin misericordia.

En su momento, la masacre mostró con extremo dramatismo los intereses irreconciliables que existen en el país, y que eso de llamarnos hermanos y hermanas –y mucho menos, hijos e hijas de Dios– suena a un chiste de mal gusto. La injusticia estructural que desnudó la masacre de los Horcones es el mismo principio básico que mantiene actualmente a la mayor parte de la población en situación de violación permanente de sus derechos humanos, y es la misma raíz que fomenta el crimen organizado, la impunidad y la corrupción.

Pasaron 49 años y muchos desde la oficialidad se esfuerzan en el olvido de aquella sangre. En estas casi cinco décadas, en el país se ha manoseado la verdad hasta el extremo de intentar hacer pasar a los campesinos y a los pobres por culpables de los males y desórdenes. Y se ha llegado al extremo de hacer memoria oficial de unos mártires, y mantener en el silencio y el olvido a otros mártires, como decisión política desde las alturas. Una clasificación inmoral porque muchos fueron masacrados por amor a la tierra y la paz, como es el caso de los mártires de los Horcones.

Los Sacerdotes Ivan Betancour y  Casimiro Zipper, junto a dos mujeres y diez campesinos luchadores que se formaban en el Centro de Capacitación Santa Clara, en Juticalpa, Olancho, encabezan, junto con el Padre Héctor Gallegos, desaparecido en Panamá en junio de 1971, la larga lista de pastores y laicos, asesinados a lo largo de cinco décadas en el continente latinoamericano por la profética decisión de la Iglesia de dar testimonio de la verdad y de romper el orden injusto de tenencia de la tierra.