- Los mártires fueron pioneros en analizar y proponer una salida negociada al conflicto armado, en ellos se unen la fe con la ciencia, la academia con la dimensión profética, el trabajo intelectual con la entrega generosa, la fe con la justicia. Ninguna salida a la violencia y a los conflictos sociales se resuelven con la militarización de la sociedad.
- Con su muerte ingrata, los mártires enseñaron que el diálogo y la negociación siguen siendo instrumentos privilegiados para buscar respuestas serias a los conflictos de la sociedad. La política de seguridad del gobierno de los Estados Unidos, basada en armas y entrenamiento, es completamente opuesta al legado de nuestros mártires.
- El diálogo y la negociación no bastan por sí solos. Es necesario acompañarlos de la presión y las demandas de los diversos sectores de la sociedad. Es necesario que las universidades, las diversas instituciones de las sociedad civil hagan sentir su palabra. En Honduras hoy necesitamos la presencia activa de la solidaridad cualificada de universidades e instituciones civiles en apoyo a la lucha en defensa de los derechos humanos, los derechos ambientales y los derechos por la tierra y la justicia.
- La masacre de la UCA estremeció al mundo entero y movió a un compromiso internacional para acabar con todas las barbaries que en aquel crimen se resumían. Las masacres cotidianas, el compromiso de la policía y los militares hondureños con la criminalidad debe conmovernos. La impunidad es factor decisivo para que los crímenes y la violencia se implanten, y el gobierno de Estados Unidos sigue dando respaldo a los sectores políticos y económicos más comprometidos con la corrupción e impunidad.
- La paz es mucho más que el final de un conflicto armado, y la firma de los acuerdos de paz de enero de 1992 en El Salvador apenas abrió las puertas para una lucha permanente que tiene como meta arrancar las raíces de las desigualdades. La búsqueda de la paz en Honduras ha de llevar al compromiso con la apuesta por el funcionamiento real de las instituciones del Estado de Derecho y porque se fortalezcan las organizaciones ciudadanas defensoras de derechos humanos, medios de comunicación y los liderazgos sociales y populares.
- Necesitamos rehacer y tejer de nuevo los tejidos sociales, humanos, económicos, religiosos y culturales rotos en Honduras. Una de estas expresiones de ruptura se manifiesta en el aumento doloroso de la migración, fenómeno que se hace mucho más peligroso y cruel con las políticas migratorias discriminatorias por parte del gobierno de los Estados Unidos. Unir redes, rehacer tejidos con los migrantes y refugiados hondureños y centroamericanos es sin duda la más grande y tierna expresión de fidelidad con la sangre de nuestros mártires.
- 35 años después, los gobiernos centroamericanos siguen comprometidos con un modelo de sociedad que ahonda las desigualdades económicas y sociales, y en este empeño cuentan con el pleno respaldo de los gobiernos de los Estados Unidos, Canadá y de la Unión Europea, y de las corporaciones multinacionales que impiden que se desarrolle una economía criolla y nacional basada en la mediana y la pequeña empresa. En este modelo de sociedad reside la raíz estructural de la violencia, la marginalidad, la migración y el empobrecimiento. Mientras no se desarraigue esta «guerra económica y guerra contra nuestra madre naturaleza» muchas otras violencias y exclusiones mantendrán sin paz a nuestros pueblos.
El aniversario de los mártires nos trae la memoria y el olor de su sangre, como para no dejarnos vivir ni descansar en paz. Hace 35 años esa sangre estalló en el campus universitario de la UCA de San Salvador. Hoy sigue estallando en Honduras, y nos toca ver de frente el horror de la sangre y de los cuerpos despedazados para encontrar en ellos la mística de nuestra fe para emprender un nuevo rumbo, sin maquillar una democracia que no existe, sin maquillar un modelo que nunca dejará de ser violento y cruel. Ver de frente el horror de los cuerpos destrozados nos salva de las componendas y de la tentación de entendernos con el imperio del mal a cambio de migajas.
La exigencia por comprometernos con quienes hoy se desangran en este país olvidado e inexistente para los bien pensantes, y despedazado por la guerra criminal y de narco negocios, es el más espléndido homenaje para hacer memoria, y seguir el camino de los mártires jesuitas, y a Elba y Celina, como se lo merecen y como su sangre nos lo reclama.