Miércoles 09, Octubre 2024  

La ecología bajo amenaza

La destrucción incontrolada de los bosques, la contaminación de los ríos y de los aires por los desechos tóxicos de las industrias, la explotación sin límites de los bienes de la naturaleza, son sólo algunos de los problemas ecológicos que ponen en grave peligro la vida del planeta y nuestra propia vida. Peligros que se acrecientan cuando ocurren fenómenos naturales que se acrecientan agitados por el calentamiento global.

Desde nuestra fe partimos de un argumento sencillo y profundo: la tierra y todos los bienes de la naturaleza, las personas y la creación entera son de Dios, y nadie puede disponer como suya ninguna de las cosas que vienen y son de Dios. Todo es dado, la persona es administradora de los bienes que proceden de Dios. Y la administración ha de realizarse a partir de la búsqueda del bien de las personas y orientar todos los bienes hacia la solidaridad humana y hacia la paz definitiva.

Dios quiere y busca la construcción de pueblos libres, y los bienes de la naturaleza han de orientarse a este fin. Cuando la tierra es acaparada se está haciendo uso perverso de dicho bien. No hay duda entonces de que al acaparar los bienes naturales, dañar indiscriminadamente el medio ambiente o poner los mismos para fines comerciales sin importar la vida de la gente, se está actuando en contra de la voluntad de Dios, y por eso mismo, se corrompen las cosas.

Eso es corrupción y la Iglesia está en la obligación de desenmascarar ese abuso y de denunciar a quienes están atentando en contra de la voluntad divina. Y es propio de la Iglesia defender a los sectores que quedan más desfavorecidos ante el daño al ambiente.

Nos alientan las comunidades que han crecido en conciencia y se organizan para defender sus aguas, su riqueza mineral y todo el ambiente amenazado por industrias que destruyen la vida. Esas luchas empujan nuestra esperanza hacia un futuro en donde ya no triunfará el que tiene poder, no triunfará el corrupto no triunfará el codicioso ni el extractivista. El triunfo será de Dios, y con él de todos los pueblos amantes de la madre tierra y de la paz.