

Los desafíos de la familia en nuestro tiempo
Mucha gente, tanto de organizaciones religiosas como públicas y de ongs solemos tratar a la familia conforme al patrón tradicional de la familia unida en torno al padre, la madre y los hijos en un hogar que se cobija bajo un techo. Se sabe de parroquias o diócesis en donde con toda buena voluntad siguen en firme las normas de bautismos y otros sacramentos en base a este patrón familiar, de manera que una criatura será bautizada si sus padres son casados, si está la pareja y si eligen como padrinos a personas que estén casadas por la Iglesia. Es decir, la normativa se sigue basando en la clásica familia nuclear y religiosa, como modelo ideal, pero muy escaso en la sociedad actual.
La realidad histórica de nuestras familias da al traste con ese patrón tradicional. Cada vez es mayor el número de niñas y niños que crecen en hogares donde no existe el padre, donde la madre sale al trabajo a conseguir el dinero para la subsistencia mientras los niños y niñas menores se quedan bajo el cuidado de las hermanas mayores, las tías o las abuelas.
Es creciente el número de familias cuyo padre o madre está en Estados Unidos o en otro país a donde emigró para rebuscarse el dinero que dentro del país no pudo conseguir para la manutención de la familia. Muchos son los niños y niñas que tienen de padres y madres a abuelas, tías, tíos, hermanos o hermanas mayores. Sin embargo, las órdenes o consejos los dan los padres o madres lejanos cada vez más por celular o Internet que por boca directa de un familiar con quien se convive cotidianamente.
Esas realidades son cada vez más desafiantes y exigen cambios en los comportamientos y prácticas de las diversas instituciones sociales, religiosos o públicas. La familia no es la misma, y no podemos condenar a niños y niñas a patrones tradicionales de familias que nunca han conocido, porque se puede correr el riesgo de la discriminación. Eso sí, se han de cuidar los valores de amor y lealtad en las relaciones y vínculos familiares.
Un niño o una niña merece ser tratada dentro de la realidad familiar en la que vive y no desde un patrón familiar ideal, pero que poco tiene que ver con la realidad de mucha de la niñez que hoy crece en nuestra sociedad. Construir nuevos modelos de familia en base a las nuevas realidades, cuidando y promoviendo los valores éticos y de amor, es un desafío que toda la sociedad está llamada a asumir y a hacer efectiva para saber abordar las nuevas tareas que nacen de la niñez y de la juventud de nuestro tiempo.

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