Trump al acecho
Donald Trump no es solo un fenómeno de extrema derecha de los Estados Unidos. Simboliza el pensar y sentir de millones de estadunidenses que no se expresan en público. Trump es la voz de lo más crudo del imperio y de la corriente mundial –los libertarios—que entienden que el mundo se resuelve desde la gente más rica, poniendo de rodillas a los pobres y eliminando al Estado, o usarlo solo cuando sea necesario para reprimir las protestas.
Trump representa a este grueso de población de ascendencia anglosajón racista, pero a la que se unen millones de ciudadanos de diversas procedencias, incluso migrantes latinos con ciudadanía gringa. Trump ni está solo ni representa solo a los blancos. Mucha gente latina lo sigue, incluso lo apoyan cuando despotrica en contra de los puertorriqueños y en general de la población inmigrante latina.
Trump nos ayuda a descubrir que muchos yanquis de hoy, son los mismos yanquis de siempre. Ellos se apropiaron de nuestras riquezas e impusieron su “orden” y su democracia dentro de nuestro país. Ellos pusieron gobiernos y presidentes según sus antojos, y nos presentaron como modelo de vida la práctica anglosajona de depredar, convertir en dinero y consumir infinitamente los bienes del planeta.
Trump representa a este tipo de yanqui violento, invasor, prepotente, racista y machista, que exprime la sangre de los pobres mientras desprecia su cultura. Hay mucha gente noble, solidaria, comprometida y que dentro del territorio de Estados Unidos son víctimas de la opresión al tiempo que luchan por las libertades públicas y son solidarios con las luchas por los derechos de los inmigrantes.
Trump nos advierte que los vientos que soplan no son de bondades gringas, sino de amenazas porque su concepción de despojo pasa por encima de cualquier acuerdo por reducir el calentamiento global. Y las amenazas son más eficaces si los gringos como Trump cuentan con aliados serviles y testaferros dentro de las élites políticas y empresariales hondureñas.
En todo caso, más allá de las diferencias de formas, de palabras, de banderas, de partidos y de género, y sabiendo que Trump representa lo más crudo y cimarrón del imperio, agradeceríamos si alguien nos ayudara a aclararnos la siguiente duda: en la nomenclatura del oficialismo bipartidista gringo ¿Acaso habrían diferencias verdaderamente de fondo, si un presidente en Estados Unidos se llamara Donald Trump o en su defecto, llevara el nombre de Kamala Harris?
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