Es propio de la Iglesia estar presente en realidades en donde se juega la vida de los pobres, estar en las encrucijadas de los conflictos para ser fuente de iluminación y contribuir a dar esperanza y humanizar la vida de la sociedad. Cuanto más humana hagamos nuestra vida, más brillará la gloria de Dios, como nos recuerda San Irineo y San Óscar Romero.
Escándalo debería ser cuando la Iglesia pasa de largo ante las amenazas a la madre tierra. Escándalo debería ser si la Iglesia no dijera nada ante la situación de indignidad en la que viven o sobreviven los campesinos sin tierra y las mujeres a las que se les viola su derecho humano a ser mujeres, y a los jóvenes cuando se les niega el derecho a soñar un futuro digno. Escándalo debería ser si la Iglesia no dijera nada ante el conflicto tan hondo que viven los campesinos en la zona del Aguán, o ante el deterioro creciente del medio ambiente, como lo hicieron Juan López y Carlos Escaleras.
Cuando alguien en la Iglesia hace sentir su voz y su presencia ante la situación deprimente de los pobres, como lo hicieron Carlos Escaleras y Juan López, lo que hace es dar seguimiento al Evangelio y a la tradición profética. Cuando alguien así de la Iglesia, expresa su preocupación y solidaridad con los campesinos en el Aguán amenazados de muerte por defender la tierra, o por el daño que los proyectos extractivos provocan en ríos y en el ambiente, está actualizando las palabras de San Irineo cuando dijo que la gloria de Dios es que el ser humano brille. Esa gloria de Dios no puede brillar en el Aguán ni en ninguna parte del país mientras la vida de la gente campesina más pobre esté amenazada y nuestra Honduras ambiental común también.
Cuando la Iglesia denuncia la depredación de los bosques, cuando defiende el derecho de la gente al agua o cuando denuncia la explotación que realizan las compañías mineras, está haciendo realidad el mensaje bíblico de que la tierra y todo lo que en ella habita se dio a la humanidad para llevar a plenitud la creación y no para destruir al género humano. Esto mismo hicieron y dijeron Berta Cáceres, Carlos Escaleras y Juan López. Y es lo mismo que sigue haciendo y diciendo Miriam Miranda con OFRANEH en defensa de su pueblo, cultura y territorios garífunas amenazados.
Nuestra fe se sostiene en el Dios de la Vida que nos convoca a caminar a la luz de la verdad y de la dignidad humana. Y de manera muy hermosa nos dice que el futuro será de un beso eterno entre la paz y la justicia, y que no será la apariencia lo que defina las relaciones humanas, sino que todo mundo será juzgado conforme a la justicia y la lealtad. Así es el sueño de Dios y así ha sido el sueño de nuestros ambientalistas mártires. Y así hemos de soñar quienes nos alimentamos en la fe cristiana.