La violencia es un rasgo doloroso en nuestra Honduras. Y es uno de los rasgos en la historia de la humanidad que la fe cristiana lo trata a partir del dato revelado en Jesucristo que se expresó en el mandamiento del amor. Dios es amor, dijo San Juan, y San Agustín lo resumió de una manera magistral: ama y haz lo que quieras.

Sin embargo, la violencia está unida al paradigma dominante de poder, que entiende las relaciones de arriba para abajo, es decir, vertical, y quien está arriba decide sobre quien está abajo. Y se define a partir del dominio, control, opresión y fuerza. Detrás de este paradigma dominante subyace la cultura patriarcal, que entiende el mundo, la vida, la economía, la familia, el sexo, a partir del poder de los hombres. Todo es visto a partir de la mirada de los hombres.

Mucha de la violencia que domina en Honduras remite a esta cultura y a este poder. La fe cristiana nos recuerda que esta violencia que se ejerce en contra de las mujeres no la quiere Dios, porque atenta contra la ley del amor. El escalofriante dato de la matanza de 46 privadas de libertad en la cárcel de mujeres en Támara deja al desnudo la violencia y el desprecio a la vida de las mujeres en la sociedad hondureña. 

La violencia contra las mujeres es cualquier tipo de agresión emocional, física, sexual o económica realizado en contra de ellas por el varón. Y la violencia muchas veces se expresa en el espacio doméstico en donde muchas mujeres son víctimas de parte de sus esposos, compañeros de vida o novios.

En nuestra sociedad cualquier mujer puede ser agredida: no importa si es profesional o no, joven o vieja, casada o soltera, rica o pobre. El maltrato hacia las mujeres por parte de sus compañeros de vida, esposos o novios se da en todos los sectores de la sociedad. Y el agresor puede ser un ciudadano respetable o un delincuente común. Pero entre todas las mujeres, las más agredidas suelen ser siempre las más pobres.

Hay diferentes maneras de maltratar a una mujer. Una de ellas, y la que parece más inocente, es la burla, mediante la cual el hombre ridiculiza a su pareja. Otra forma de maltrato es aquella en que el varón hace sentir a su pareja inútil e incapaz. Una vez superada esta etapa, el varón maltratador de mujeres empieza con un insulto, sigue con un pequeño empujón, después, además del insulto y el empujón, le deja ir el primer golpe físico. El grado de violencia aumenta y a los pasos anteriores de violencia le sigue la agresión con algún objeto contundente, y por último puede suceder el asesinato, el feminicidio.

Muchas mujeres piensan que la conducta de sus compañeros puede cambiar. Creen que el primer insulto, el primer empujón, la primera trompada fue algo pasajero, algo no querido por su esposo o compañero, que en general es bueno. Pero eso es falso, y las mujeres prefieren vivir engañadas antes que aceptar la realidad que su compañero de vida es un enfermo que necesita ayuda sicológica, espiritual y moral para salir de la situación de violencia en que se encuentra.

En los últimos años se han creado en Honduras diversos organismos eclesiales, estatales y no gubernamentales que tienen como fin proteger a las mujeres perseguidas y maltratadas y se han creado estructuras protectoras de los derechos de las personas más débiles. Sin embargo, queda casi todo por hacer todavía. Transformar el sistema carcelario que garantice los derechos de las privadas de libertad ha de ser una altísima prioridad. Y poner en debate las estructuras patriarcales y de poder es responsabilidad de los gobiernos y de las diversas instancias privadas, eclesiales, civiles y populares. Avanzar hacia estructuras que garanticen nuevas relaciones de género se convierte en el desafío político y cultural de mayor relevancia.

Los varones y las mujeres fueron creados a imagen y semejanza del Dios de la Vida, y las desigualdades y agresiones entre afectan el bienestar de los pueblos. La misión de los cristianos es sembrar la semilla de la nueva sociedad, y esa siembra ha de comenzar con la lucha por alcanzar la igualdad de derechos, deberes y dignidad entre los varones y las mujeres en una sociedad libre para siempre de cualquier manifestación de machismo y de violencia.