Como toda empresa humana, los resultados del sondeo de opinión que se han hecho público no pueden ser entendidos como una palabra objetiva de parte de la población hondureña. Son percepciones de la gente, y una percepción tiene una notable carga de subjetividad. Pero es sobre situaciones reales que desesperan, preocupan o despiertan inquietudes que impactan a la población, sea en positivo o en negativo. Son percepciones que necesitan ser interpretadas. Es lo que la gente piensa y siente, y en ella revolotea aquel dicho latino “vox populi vox dei”, la voz del pueblo es la voz de Dios.

Algo queda sonando con mucha fuerza de estos sondeos: cómo aprovecharlos para re-hacer los caminos de justicia, hermandad, equidad y paz que hemos perdido.

¿Qué retrato de país y de sociedad nos dejan los resultados del sondeo de opinión pública? Una sociedad rota y un país en precariedad que en lugar de abrirse paso hacia una salida humana, avanza hacia su empeoramiento. El retrato nos ofrece a una sociedad que ha dejado de creer en la institucionalidad y en los liderazgos que presiden la misma. Los políticos y los funcionarios públicos no han tenido capacidad o no han tenido voluntad para resolver los graves y prolongados problemas del país.

Los hallazgos del sondeo de opinión nos retratan a una sociedad deprimida y hundida en la desesperación, atrapada en el desempleo, la inseguridad económica y ante el miedo por la inseguridad ciudadana y la violencia. En el corto plazo la gente advierte un panorama sombrío, pero cuando mira a en el largo alcance, se levanta su mirada de esperanza y su decisión a luchar dentro de su propio país. Y he aquí en donde está la clave en donde se había de situar la misión y responsabilidad de la Iglesia.

La Iglesia nace del seguimiento a Jesucristo, promotor perpetuo de las alegrías perdidas de los pobres y quien transforma en esperanza y en vida aquello que solo anuncia y anticipa destrozos y muerte. Sin embargo, la Iglesia hondureña está llamada a hacer su propia evaluación interna sobre su misión y su pastoral evangelizadora, porque los resultados de la encuesta representan enormes desafíos que no son convenientes verlos con indiferencia.

Si bien es cierto que la Iglesia aparece como la institución hondureña que goza de una notable confianza para la población, la misma es relativa y no puede verse sin sus contrastes. Los evangélicos están ganando mucho más terreno, y en este sondeo están por encima de al menos ocho por ciento. De esta manera, los hallazgos del sondeo de opinión dejan la percepción de una Iglesia Católica que ha perdido feligresía y también aquel consenso que un tiempo atrás tuvo para que su palabra sea aceptada como orientadora por toda la sociedad. Es creíble para la mitad de la población, pero la otra mitad no la acepta como palabra confiada.

Para cumplir con su misión evangelizadora, la Iglesia debía pasar entonces por un proceso de revisión humilde del modo como ha estado realizando su pastoral y su presencia en la vida pública de nuestro país. No hacerlo sería perder una gran oportunidad para la conversión y así recuperar su testimonio humilde y coherente que es en donde reside su autoridad. Frente a estos hallazgos la Iglesia tiene varias actitudes: una, no creer en los mismos, descalificarlos y seguir en la misma práctica, exigiendo conversión a los demás, pero sin verse a sí misma; otra segunda actitud sería sencillamente ignorarlos y por consiguiente, proseguir como si todo lo que hace está bien; una tercera actitud sería la de ponerse humildemente a la escucha, poner en marcha un proceso interno de reflexión y de interiorización, y desde allí saber escuchar la voz del Señor para ser fiel al Evangelio en estos tiempos complejos.

La Iglesia está llamada a alimentar la vida y la esperanza en tiempos sombríos como los que vive la sociedad hondureña. Los hallazgos del sondeo de opinión pública son una espléndida oportunidad para que la Iglesia escuche a través de los mismos aquello que el Señor le está invitando a cambiar para saber cumplir en estos años del siglo Veintiuno la misión evangelizadora desde donde ofrezca criterios orientadoras que nos conduzcan a la verdad, la justicia, la paz y la reconciliación.