Para tiempos agitados
Nada que tenga que ver con la confrontación y descalificación de personas o de sectores nos lleva a lugar alguno que no sea más deshumanización e inestabilidad. Y nada que tenga que ver con defender ideas como si fuesen las únicas verdades significa una auténtica ayuda para la sociedad.
Muy poco ayuda al país que queramos que los demás nos escuchen, mientras no estamos en disposición de escuchar con atención e interés a quienes piensan distinto a nosotros. Un punto de partida es atender con apertura cuestionamientos y propuestas que proceden de sectores distintos a los que pertenecemos.
En estos tiempos agitados mucho vale aquello que nos dice el poeta Antonio Machado: “Tu verdad. No. La verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”. Y lo peor que nos puede ocurrir es aprovechar los espacios de poder que tengamos para imponer nuestras ideas y decisiones a los demás, como si el tener poder nos da el derecho a que los demás acepten como verdades únicas lo que de ese poder proceder.
Existe una ebullición de ideas, pensamientos, reflexiones, que nos indican que no estamos paralizados, y que no estamos dispuestos a dejarnos hundir por dinámicas desastrosas como la violencia, la impunidad, la corrupción y la inequidad social y económica. En lo que muy poco hemos avanzado es en aceptar que solo lograremos alcanzar la verdad en la apertura a las ideas y pensamientos de otros sectores que no necesariamente piensan lo mismo. Como lo dijo el inglés John Stuart Mill, “no puede llegarse a la posesión de la verdad completa más que a través de la diversidad de opiniones”.
Los nuestros son tiempos para la construcción de la verdad común. Como condición para ello es el rechazo, por una parte, de las verdades impuestas, y por otra parte, apoyar para que todas las personas logren tener su propia opinión, y que la misma sea respetada. Muy bien nos recuerda el pensador inglés Henry-Louis Menchen: “La persona más peligrosa para cualquier gobierno es aquella que tiene la habilidad de pensar las cosas por sí misma”. Y en esa apuesta nadie perderá, y el país entero ganará por siempre.
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