Rafael Delgado
Dialogar y llegar a acuerdos en asuntos estratégicos es fundamental para un país sumido en tantas crisis. Sobre todo, cuando la búsqueda de soluciones está enmarcada en un desprendimiento sincero de las agendas particulares, tanto políticas como económicas, así como una renuncia a tranzar en términos de intercambios de favores deshonrosos entre las partes, resulta de mucho provecho. Hay numerosos ejemplos de otros países que muestran la dinámica positiva que se desencadena, evidente y palpable en el respaldo nacional, en la fortaleza y lógica de las acciones acordadas.
Los eventos del recién pasado relacionados con la elección de diferentes titulares de instituciones públicas nos dejaron nuevamente claro sobre la dinámica interna que prevalece en esos momentos donde los políticos negocian para llegar a acuerdos. Pese a las exigencias de la ciudadanía por una negociación transparente, ceñida a las leyes y a los valores democráticos, la elección de tales funcionarios resultó estar motivada fuertemente por criterios que no llegan ni siquiera a representar intereses partidistas. Las camarillas de todos los colores políticos, incluyendo al partido en el poder, vulnerables a raíz de sus desmanes del pasado, del presente y de lo que vendrá en el futuro; con sus miedos a un aparato público eficaz e independiente que señale y castigue el delito, controlan la negociación y optan finalmente a través de sus peones en el Congreso Nacional por seleccionar a los funcionarios de acuerdo a su lealtad y parentesco. El silencio absoluto que mantienen los candidatos en pugna ante las críticas y señalamientos públicos sobre su papel de dependencia a una u otra facción viene a confirmar ese compromiso desleal con el país.
También ha ocurrido en momentos de crisis, algo parecido, cuando convergen los sectores empresariales con los políticos. Los negociadores en nombre de algún sector económico llegan a la mesa de negociación con sus exigencias parcializadas y con la ilegítima aspiración de mantener las condiciones como están a cambio de un apoyo coyuntural y también ilegítimo. Importantes decisiones que se aprobaron en los gobiernos y congresos corruptos de Pepe Lobo y Juan Orlando Hernández relacionadas con abusivas exoneraciones fiscales, contratos de energía con evidentes sobreprecios, ley de zonas especiales de desarrollo, ley de empleo por hora para mencionar algunas cosas, pasaron por esos mecanismos de un supuesto diálogo y con la aprobación final de algunos sectores económicos articulados en poderosos grupos de presión del país. Ambos bandos quedaron contentos ante la descarga en serie de abusivas decisiones de política pública. Los gobiernos de turno compraron respaldo político y los que hablaron supuestamente en nombre de la empresa privada recibieron a cambio sus prebendas legalizadas que con el transcurrir del tiempo demostraron ineficacia al menos en términos de combate a la pobreza.
El diálogo que supuestamente se inició la semana pasada entre la cúpula empresarial y la cúpula gubernamental da nuevamente una oportunidad para emprender las cosas con un enfoque diferente. Se trata de no insistir en defender las mismas posiciones y los mismos intereses que no han dado resultado para la gente en el pasado. Realmente no se sabe si hay disposición y capacidad para hacerlo, pero es de vital importancia iniciarlo. En la agenda nacional sigue pendiente la tarea de lanzar un programa económico que genere masivamente empleo digno y bien remunerado. Para ello se requiere de un enfoque integral. Enfocar la solución en exagerados estímulos tributarios, en el control del salario para generar competitividad, deja de lado muchos otros aspectos como la necesidad de mejorar sustancialmente la educación y la formación de la mano de obra con sistemas públicos/privados que apoyen desde temprana edad a los jóvenes en el dominio de una profesión; la urgencia de reducir la vulnerabilidad ecológica de las regiones productivas cuidando el bosque, las cuencas y fortaleciendo la infraestructura en los valles; el apoyo a la innovación, el acceso al crédito especializado para los micro y pequeños emprendedores, así como el fortalecimiento de la institucionalidad pública y privada del país. Abordar esos problemas y llegar a acuerdos sostenibles alrededor de ellos sin el canje de favores coyunturales sería una buena señal de un diálogo y de consensos dirigidos a mejorar la situación de la gente.