Día de difuntos
Nuestro pueblo celebra con intensidad el día de Difuntos. A fin de cuentas, nuestra gente vive y celebra la muerte como parte de su existencia. La llora, la cuida y la hace suya. El día de difuntos, los cementerios se llenan de gente y de flores, desde el día anterior se ve a mujeres y hombres con machete en mano limpiando y enflorando las tumbas de sus seres queridos. Es así la fiesta del culto a los ancestros.
Los difuntos no son los que ya se fueron. Son los que continúan en el presente revoloteando en torno a nuestras viviendas, nuestras mesas de comer, en nuestras alegrías y en los quebrantos. Los difuntos son esa compañía en nuestro diario vivir. Hay un tipo de difuntos, hombres y mujeres, que nos remiten a la injusticia y a la violencia. Tienen que ver con asesinatos, impunidad e inhumanidad. Tienen que ver con las bertas, las Margaritas, los juanes, asesinados por un mundo organizado desde la inhumanidad.
Los difuntos nos siguen dando la clave para analizar la realidad, porque difuntos son los niños y niñas que mueren por falta de alimentación y por falta de asistencia médica. Son los jóvenes cuyas vidas son cercenadas violenta y cruelmente. Esos difuntos nos remiten a una mirada crítica y cuestionadora de nuestra realidad.
Los cementerios se llenan de gente humilde y con esperanza. Así expresan su amor a la vida, y lo hacen invocando a sus ancestros. Esta unidad entre muerte y vida da una identidad y pertenencia que no puede nunca ser sustituida por el morbo a la muerte violenta y cruel que se transmite por algunos medios de comunicación, que negocian con el llanto y dolor de la gente. La gente, de manera inconsciente, se aglomera en los cementerios para expresar una fidelidad, solidaridad y comunión profunda que no encuentra en una sociedad atiborrada de mentiras, politiquerías e impunidades.
Nuestra gente humilde sabe entenderse con la muerte, la asume y sabe acompañar a familiares y vecinos para asumir el duelo de la muerte. Lo que la gente no acepta es que la muerte sea provocada por la violencia, la miseria o por falta de atención médica hospitalaria. La gente adinerada le tiene terror a la muerte, quizá porque se aferra a su vida de comodidades y egoísmos. No en vano, se buscan métodos que alarguen la vida artificialmente, y los mismos funerales están repletos de artificios y lujos, como para disimular la muerte.
Nuestra gente vive con intensidad este día de difuntos, porque sabe asumir el dolor. Lo que no desea es que la muerte deje de ser la separación natural. La muerte es bienvenida cuando es el final biológico de la vida. Nuestro pueblo sencillo lo que aspira y sueña es a vivir en una sociedad en donde la muerte nunca esté asociada con la sobredosis de dolor que producen la inequidad y la violencia que tanto peso tiene en nuestra sociedad.
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