

El país se tiñe de paisaje verde olivo
En 2009 los militares actuaron con firmeza para implementar y cuidar el golpe de Estado. Lo sostuvieron a lo largo de la narco dictadura. Los altos oficiales, una vez ganó las elecciones el presente gobierno, vociferaron a pulmón partido que no querían un nuevo golpe de Estado. Todos ellos eran ya altos oficiales cuando ocurrió la ruptura constitucional, y eran altos oficiales en los años de la narco dictadura. Y no dijeron ni pío.
Los militares fueron obedientes y no deliberantes ante la represión y la construcción de la institucionalidad criminal; fueron obedientes cuando el dictador decidió romper la Constitución y reelegirse, y lo fueron cuando el criminal provocó el fraude electoral.
Los altos oficiales de las Fuerzas Armadas cometieron atropellos y abusos a lo largo de todos los años que vienen después del golpe de Estado, y hasta la fecha, no ha ocurrido ni un solo acto de aceptar responsabilidades y menos aceptar un proceso judicial que investigue y judicialice los crímenes y abusos en contra de la sociedad y del Estado hondureño.
Incluso, una vez que se creó la Policía Militar del Orden Público hubo muchas protestas en contra del dictador por haber creado su propia guardia pretoriana. Y sin ningún proceso judicial de por medio por los crímenes cometidos especialmente en el ambiente de las protestas contra el fraude electoral, ahora ese cuerpo armado se ha convertido en el niño a dar a besar en el actual gobierno.
El tripartidismo que actualmente conduce las negociaciones y acuerdos de las cúpulas políticas, ahora está embadurnado también de verde olivo. Y repetimos lo de siempre: ningún operativo de fuerza o reactivo resolverá por sí solo el agudo y hondo problema de violencia y seguridad, ni ningún vacío en el gobierno se resuelve a fondo llenándolo con militares. No olvidemos que los militares representan la instancia que más ha acumulado impunidad en la historia nacional.
Todo esto ocurre en plena propuesta de transición hacia la construcción democrática. De lo anunciado en este tiempo, con altísima propaganda y euforia, queda un común denominador: el país de cabo a rabo va de la mano militar. Las cárceles, la protección del ambiente, el estado de excepción, las emergencias climáticas, incluso la construcción del ferrocarril interoceánico, y de ahí para adelante. Cuando ocurren procesos de descomposición política, todos los vacíos en el Estado se llenan con uniformados. El país entero va adquiriendo así el encanto y brillo mágico de un enjambre y enorme cuartel verde olivo.

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