En fecha de 25 de noviembre, como sociedad y como Iglesia recordamos el clamor de las mujeres violadas, torturadas, mancillas y asesinadas simbolizadas brutalmente en los nombres de las hermanas Mirabal de Santo Domingo, víctimas de la dictadura, del machismo y como consecuencia de sus ideas y sus luchas a favor de la democracia y en contra de los autoritarismos. Ellas simbolizan las luchas de las mujeres y su asesinato simboliza la violencia extrema de los hombres y del sistema sostenido por los hombres.
Ya en el documento de Puebla, los obispos definen muy clara su opción por el clamor de las mujeres, y citamos textualmente: “La mujer pobre latinoamericana vive doblemente oprimida. Es oprimida por ser pobre y por ser mujer “ (Puebla 1134)
En tiempos de Jesús, la marginación de la mujer era muy fuerte. ¿Qué actitud tomó Jesús ante esta realidad? Jesús, en contra de todas las reglas de aquel tiempo, incluye a las mujeres como discípulas. Ellas tienen nombre propio: María Magdalena, María la madre de Santiago el menor, Salomé, Juana la mujer de Cuza, Susana. Lucas 8, 1-3 añade que a Jesús le seguían muchas otras mujeres.
Jesús quebranta varias costumbres y leyes que discriminaban a las mujeres de su tiempo. Escucha y actúa a favor de muchas mujeres: la suegra de Pedro (Lucas 4, 38-39), la madre del joven de Naím (Lucas 7, 11-17), la mujer encorvada (Lucas 13, 10-17), la mujer que llevaba doce años padeciendo una enfermedad (Mateo 19, 20-22). Y, sobre todo, Jesús admira la fe y entrega de las mujeres, dialoga con ellas, de igual a igual, se deja cuestionar y aprende de ellas, como lo muestra el diálogo con la mujer extranjera (Marcos 7, 24-30).
En los momentos decisivos de la muerte y resurrección de Jesús, la presencia más notable es de mujeres. Ellas están al pie de la cruz. Y en el sepulcro, son las mujeres las que experimentan la resurrección. María Magdalena fue muy temprano al sepulcro, se entristeció cuando no vio el cuerpo de su amigo y maestro. Jesús convoca con su nombre a María. Y María Magdalena reconoce de inmediato a su amigo. Y su amigo le da la tarea de que vaya a comunicar a los demás la buena nueva de la resurrección. María Magdalena recibe entonces la misión de ser evangelizadora.
El Magisterio de la Iglesia, especialmente en América Latina, ha analizado el papel de la mujer en la sociedad, y reconoce que las mismas condiciones de marginalidad que la mujer sufre en la sociedad, las sufre con frecuencia dentro de la Iglesia. Así dice el documento de Puebla: “En la misma Iglesia a veces se ha dado una insuficiente valorización de la mujer y una escasa participación suya a nivel de iniciativas pastorales. Sin embargo, debe destacarse como signos positivos, el lento pero creciente ingreso de la mujer en tareas de la construcción de la sociedad, el surgimiento de las organizaciones femeninas que trabajan para lograr la promoción e incorporación de la mujer en todos los ámbitos” ( Puebla, 834-850)
Resumimos.
La revelación progresiva de Dios en la historia de la humanidad culmina con Jesucristo, el verbo encarnado, y en él llega a plenitud el amor gratuito de Dios. Este amor, Jesús lo expresa de manera especial, tierno y exigente a los sectores débiles, indefensos y marginados de la sociedad y de la historia, de manera que la debilidad y la pobreza se convierten en el lugar teológico privilegiado. Uno de esos lugares privilegiados es el de las mujeres. Jesús rompió con todos los esquemas y normas, y convocó a las mujeres a seguirlo a partir de su acción liberadora.
Las mujeres son reivindicadas en su dignidad de seres humanos, y en el evangelio son las mujeres las que acompañan a Jesús hasta sus últimas consecuencias. Ellas reciben el primer envío de ir donde los demás a comunicar la Buena Noticia de la resurrección…Con todo, la Iglesia no ha sabido ser fiel a esa fuerza evangélica, y muchas veces ha reproducido en su seno la discriminación que la sociedad ejerce en contra de las mujeres. Se han dado pasos, pero falta muchos. El evangelio sigue siendo nuestro guía y nuestro rumbo en un camino que apenas comienza. Las mujeres tienen la palabra, y como María Magdalena, tienen mucho que regalarnos sobre la Buena Noticia de una sociedad merecedora de una historia nueva.