Es inevitable: en Honduras no podemos hablar de la pobreza sin echar nuestra mirada en directo sobre las mujeres. La opción por los pobres es una opción por nuestras hermanas, las más pequeñas, como una clara actualización de nuestra mirada abierta hacia las mujeres- Esta mirada al mundo de los pobres nos ha de llevar asimismo a una pregunta por nuestra propia vida y su sentido en relación con nuestra fe en Dios.
Dicho de otra manera, la opción por los pobres es una concreción intrínseca de nuestra fe y en ella se juega el sentido de nuestra propia vida. Es cierto que hay una enorme desigualdad e inequidad estructural entre ricos y pobres. Pero esta realidad no debe hacernos olvidar la desigualdad entre el varón y la mujer, que atraviesa toda la sociedad y a la misma Iglesia: los varones ocupan los puestos públicos de poder y decisión, las mujeres son confinadas a las tareas reproductivas y domésticas.
SI volvemos la mirada hacia el Evangelio, descubriremos a Jesús, el amigo de las mujeres a partir de una mirada de solidaridad y de compromiso. Jesús, en contra de todas las reglas de aquel tiempo, incluye a las mujeres como discípulas. Jesús quebranta las costumbres y leyes que discriminan a las mujeres de su tiempo.
Por ejemplo, mantiene una profunda amistad con Marta y María; habla en público con la samaritana, cosa que no estaba permitida; libera a la mujer que iba a ser lapidada por causa de unas leyes discriminatorias que penalizaban el adulterio de la mujer, pero no la del hombre; se deja tocar y ungir los pies por una conocida prostituta y defiende su dignidad aun a pesar del rechazo de Simón.
Jesús escucha y actúa a favor de muchas mujeres: la suegra de Pedro, la madre del joven de Naím, la mujer encorvada, la mujer que lleva doce años padeciendo una enfermedad. Y, sobre todo, Jesús admira la fe y entrega de las mujeres, dialoga con ellas, de igual a igual, se deja cuestionar y aprende de ellas, como lo muestra el diálogo con la mujer extranjera.
En los momentos decisivos de la muerte y resurrección de Jesús, la presencia más notable es de mujeres: “Estaban a distancia los conocidos de Jesús, especialmente las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea, y todo esto lo presenciaron ellas” (Lucas 23, 49))
Ellas están al pie de la cruz: “Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María Magdalena.” (Juan 19, 25)
Tenemos la maravillosa narración del encuentro del Resucitado con María Magdalena. Ella va a llorar a su amigo personal a la tumba. Va derrotada. Y se encuentra con el maestro, su amigo a quien reconoce cuando su amigo la llama por su propio nombre. Jesús convoca con su nombre a María. Y María Magdalena reconoce de inmediato a su amigo. Y su amigo le da la tarea de que vaya a comunicar a los demás la buena nueva de la resurrección. María Magdalena recibe entonces la misión de ser evangelizadora, lo que representa la expresión mayor de la opción del Evangelio por las mujeres con toda su dignidad, aunque también representa un escándalo para una sociedad sostenida sobre el poder de los varones.
Si el Evangelio nos ofrece una plena apertura hacia la dignificación de las mujeres. El papa Francisco va dando pasos en la dignificación de las mujeres en la vida de la Iglesia. Va nombrando a mujeres en puestos y responsabilidades en el Vaticano que antes solo se reservaba a los varones. ¿Por qué en la Iglesia no seguimos dando pasos reales y visibles para que las mujeres en Honduras sean lo que de verdad son, ni más ni menos que los hombres? ¿Por qué no luchamos para que cualquier estrategia, sea para proteger el ambiente, sea para democratizar el país, sea para redistribuir la riqueza, tenga como centro la dignificación de las mujeres?
De algo no hemos de tener ninguna duda: no hay evangelio sin dignidad de las mujeres, y no hay democracia ni desarrollo posibles sin la plena participación de las mujeres. Por esto lucharon las mujeres para que setenta años después se reconociera su derecho al sufragio. Y por eso dieron su vida por el ambiente, los derechos indígenas y el acceso a la tierra, Berta, Margarita y Magdalena. Por la democracia dieron su vida mujeres durante el golpe de Estado. Y por dignificar la vida y los derechos de las mujeres hoy las mujeres siguen con su grito de justicia en “pie de testimonio”.
Imagen: Reportar sin miedo.