Jerson Martínez,

Estudiante Universitario.

29 de abril de 2019


 

Como se hace desde hace 14 años, el sábado 27 de abril realizamos la tradicional caminata hacia el lugar del martirio de Lorenzo Zelaya, Benedicto Díaz, Rufino López Canales, Hermelindo Villalobos, Benedicto Cartagena López, Aquileo Izaguirre y José María Izaguirre, campesinos caídos hace 54 años, durante la dictadura de Oswaldo López Arellano, un 30 de abril de 1965.

Participamos jóvenes por supuesto, movimientos populares, cooperativas, etc. Entre los chavos y chavas había compañeros y compañeras del MER-LZ (Movimiento Estudiantil Revolucionario Lorenzo Zelaya), que lleva el nombre de uno de los mártires, precisamente porque su sangre para nosotros es fuente de valor y de entrega, de amor por esta Honduras.

Soñar hoy, a 54 años de la caída de nuestros hermanos de El Jute, no ha cambiado mucho: una dictadura, militares al servicio de la muerte, voces calladas y sangre derramada.

Seguir soñando por lo que luchaba Lorenzo y compañeros, es sinónimo de trabajo duro. Nadie dijo que luchar contra una dictadura iba a ser fácil, a ellos mismo les costó la vida. Pero, mantener su memoria significa, no sólo hacer un mero recuerdo poético de su heroísmo. Recordar a nuestros mártires supone, empoderamiento y lucha. Y ese legado lo reclamamos nosotros lo jóvenes.

Soñamos con una Honduras en la que los campesinos tengan tierra donde vivir y trabajar con dignidad. Un país donde el trabajo de los agricultores de los cerros y las montañas sea bien correspondido. En donde no se explote a los trabajadores y trabajadoras.

Soñamos con una Honduras en la que graduarse de la universidad y trabajar con dignidad no sea una utopía. Soñamos con una Honduras en la que las drogas, las maras y pandillas, el embarazo prematuro y el camino hacia el norte no sea una opción de vida.

Los mártires son para nosotros esa fuente de valentía, de coraje, de entrega en la lucha por la Honduras que soñaron (mos) y que merecemos, y que la mafia que conduce los hilos de este país se ha encargado de arrebatárnosla.

Parece que, en nuestro país, soñar ha sido siempre un crimen que se paga con la propia vida.

Hoy Lorenzo Zelaya y sus compañeros nos recuerdan lo importante de soñar, de trabajar para que esos sueños se convierten en una realidad que nos lleven alzar las voces por la igualdad, por salarios dignos, por una verdadera reforma agraria…

¡Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos!
Su sangre será siempre causa de indignación, valor y entrega.


Jerson Martínez,

Estudiante Universitario.