Nuestra palabra
Lunes, 08 Octubre 2018

A nuestros viejos

Cada inició de octubre se hace memoria de las personas adultas mayores. Pero su día pasa tan desapercibido como desapercibidos pasan nuestros viejos en toda la vida social, política, económica y cultural del país.

La razón central de este abandono es que como sociedad nos hemos tragado el cuento neoliberal de “tanto tienes, tanto vale” por tanto, nuestros viejos ya sin fuerzas, se les tira como cualquier objeto desechable.  Son decenas de historias trágicas de nuestros viejos abandonados en los asilos y hospitales, ancianos en las calles o ancianos trabajando para ganarse la tortilla diaria.

A los que mejor les va, viven en casas de sus hijos o de algún familiar, pero con frecuencia los mantienen encerrados. Parece que, en vez de sentirnos orgullosos de su presencia los ocultamos, en vez de disfrutar su sabiduría les abandonamos, en vez en hacer puente para el encuentro entre generaciones, con frecuencia nos burlamos de ellos. Los tratamos como si fueran una vergüenza que nadie quiere pasar.

Pero esa deshumanización a nivel familiar, se alimenta desde el Estado y los medios comunicación. No hay políticas públicas para que nuestros viejos vivan con dignidad, no hay espacio de recreación para ellos, no hay promoción del encuentro generacional, no hay espacios mediáticos para los viejos. Ellos parecen una carga que nadie quiere cargar.

 En sentido contrario a las necesidades e intereses de los viejos, los Estados están desmontando los sistemas de jubilación y trasladando la administración de sus recursos a empresas privadas. Y aquí ya sabemos los resultados, los viejos que tengan más posibilidades tendrán algo de protección social, y las grandes mayorías que llegan a viejos sin ninguna jubilación están condenados a una muerte ingrata.

Pocas veces nos damos cuenta de los tesoros que tenemos y lo vamos dejando ahí marchitar hasta que sus voces desaparecen. Nuestros viejos son como libros que contienen miles de aventuras, de ficciones y realidades, de amores y desamores, de encuentros y desencuentros, de nostalgias y de sueños. Pero nuestra cultura de lo desechable y sin memoria, condena los libros a las bibliotecas, como condena a los viejos a los encierros de los asilos de ancianos.

Sobre nuestros viejos, vale la pena recordar los versos de cantautor español Joan Manuel Serrat, “Quizá llegar a viejo sería más razonable, más apacible, más transitable. Si no estuviese tan oscuro a la vuelta de la esquina…O simplemente si todos entendiésemos que todos llevamos un viejo encima”.

 

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