Nuestra palabra

Miércoles, 15 Mayo 2019

Dos cauces

Los políticos de todos los sabores y sinsabores tienen al proselitismo como su tarea fundamental. No importa si las elecciones se realicen en dos o tres años después. Para los políticos el único oficio válido en todos los tiempos, es hacer campaña. Y en esto no existen límites. Lo único que necesitan es gente incauta. Y hambre y destrozos por doquier.Siendo tan importante la política y los políticos en la sociedad, en nuestro país ese oficio ha acabado por partir la realidad en dos ríos con cauces que nunca se juntan sino hasta que desembocan en el mar de nuestras calamidades.

Un cauce es el de los políticos con su oficio de aprovechar todas las circunstancias para ganar adeptos. Para los políticos no existen crisis. Todo vale para el proselitismo. Si la gente se va en caravanas, pues a sacar provecho de los migrantes; si hay violencia, pues a sacar ventajas, para buscar culpables entre los contendientes rivales y así sacar provecho de la sangre; si el desastre del sistema de salud, si se privatiza el agua, si los abusos con la energía eléctrica. Todos son insumos para el proselitismo político.

A la par del cauce de los políticos, va el otro cauce, es el de la realidad misma, la que no necesita proselitismo político para darse a conocer. Es la realidad de los conflictos acumulados no resueltos; es el deterioro que avanza hacia más y más deterioro, sin fin. Es el de la realidad de una institucionalidad estatal que se sostiene en la ley de los fuertes y que ha logrado ensamblar la legislación formal con la ilegalidad.

Es el cauce propio de la realidad de un modelo de desarrollo productor de una desigualdad que conduce a que la élite adinerada acumule riquezas ilimitadamente, y a que la pobretería no solo aumente en número, sino que se esfumen las oportunidades de empleo digno, salud, educación, servicios públicos, porque el modelo de desarrollo entiende que la economía crece con las políticas privatizadoras.

Son dos cauces. No se juntan. Los políticos y sus proselitismos hacen creer que no hay dos cauces. Pero no es cierto. El proselitismo político es un cauce, aunque sus aguas lleven residuos de realidad, lo que llevan son aguas de puro interés proselitista. La realidad tal cual es otro cauce, productor de desigualdades, violencias, corrupción e impunidad.

Los políticos y su proselitismo nunca podrán transformar la realidad porque ellos van en un cauce que jamás se unirá al cauce de la realidad. Solo al final, el proselitismo político y la realidad acaban cayendo, los dos, un solo mar. El mar de las calamidades perpetuas.

Solo una nueva generación de políticos que se meta dentro del cauce de la realidad, sin interés proselitista, sin interés en aprovecharse de la realidad, sino en transformarla desde la ética del bien común y la construcción de la dignidad humana, podrá convertir la realidad hondureña en un único cauce de la política y la realidad, Entonces la política dignificará a sus políticos, y las elecciones serán la genuina expresión de una democracia y un Estado de derecho que hoy no existen porque los políticos y sus proselitismos van por un cauce y la realidad del pueblo hondureña va por otro cauce. Así de duro y crudo.

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