Nuestra palabra

Jueves, 28 de marzo de 2019

Matar el mensajero

En 2014 se presentó la película “matar al mensajero”. En ella se cuenta la historia de un periodista buscando los orígenes de la epidemia del crack en las calles de los Estados Unidos, quien termina descubriendo los vínculos y colaboración de la CIA con los narcotraficantes que introdujeron cocaína en el país y destinaban parte de los beneficios a armar la Contra nicaragüense.

En medio de las presiones de los capos y de los agentes de la CIA para que ponga fin a su investigación, el periodista sigue empeñado en destapar el complot con implicaciones explosivas para el gobierno de los Estados Unidos, hasta que los criminales uniformados y civiles amenazan no sólo con acabar con su carrera, sino también con su familia y su vida.

A pesar de los tiempos y distancias, al parecido pasa por en Honduras. Las denuncias y las evidencias mostradas por el periodista David Romero muestran que la pareja presidencial tiene participación directa en el lavado de activos de fondos que provienen de saqueos a instituciones públicas y actividades del narcotráfico. Por ahora los cuerpos de investigación y los cuerpos armados están empeñados en callar al periodista y no en investigar las denuncias.

Matar a los mensajeros es una actividad bastante cotidiana en Honduras. Según el Comisionado Nacional de Derechos Humanos entre el 2001 y el 2019 se asesinaron 77 mensajeros, entre ellos camarógrafos, periodistas, locutores, administradores y propietarios de medios de comunicación. Tristemente, el 92 por ciento de estos crímenes están en la impunidad.

Entre 2014 y 2019 se consumó el 44 por ciento de los crímenes de los comunicadores, curiosamente son los mismos 5 años que lleva Juan Orlando en Casa Presidencial y son mismos cinco años donde se han denunciado los mayores actos de corrupción en contra del Estado. Lo que nos ubica como uno de los países más corruptos y más hostiles para el ejercicio del periodismo.

La criminalización y asesinato de los comunicadores sociales es una expresión inequívoca de las dictaduras, como inequívoca deben ser nuestras acciones de exigencias al Ministerio Público a la Maccih para que abran investigaciones en contra los verdaderos criminales, hoy convertidos en gobierno.

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